Jubilada

¿Qué trabajo te gustaría desempeñar por un día?

Querría ejercer de tal. Una de esas mujeres que se levantan con su batín, se toman un café con toda la tranquilidad mientras el mundo fuera va al ritmo que impone la vida, corriendo, deprisa, no sea que perdamos no sé qué. Luego me sentaría a escribir o a leer. En cuestiones de lectura voy con un retraso monumental. Ahora mismo solo leo la ley. Penal para ser más exactos. Y es todo tan denso como un puré, farragoso en algunos puntos porque la ley, en origen, se publicó en el año 1882 y hay algunos apartados  que siguen teniendo el mismo tono del siglo XIX.

Por las tardes me iría a pasear a la playa. Jolín! Hace tanto que no puedo dar un paseo! Sola!

Si jubilarse no lo consideramos un curro, entonces, me gustaría ser escritora. Pero no una cualquiera. Una que tenga las cuentas alicatadas, como Daniel Steel, que debe haber hecho un fortunón porque sus libros, algunos, se han convertido en películas y eso, amigo, son palabras mayores. Escogería su vida solo para utilizar su mansión y bañarme en su piscina.

Tampoco me importaría ser Isabel Allende. Pero solo un día. Para ver qué piensa esa cabeza tan lúcida. A ella la envidio menos. Perder una hija y hacerlo como lo hizo ella, es algo que no merece nadie. He leído su libro, Paula, y el relato de lo que tuvo que pasar hasta que su hija decidió marchar, fue algo muy triste. Pero sí envidio su creatividad. Su capacidad de trabajo. Eso me lo aplico para mí, por eso cuando los compañeros me preguntan que cómo estudio, trabajo, y bla, bla, bla siempre recuerdo a las que vinieron tras nosotras. Mi abuela tuvo 6 hij@s!! Y no habían las cosas que nos facilitan la vida diaria. Aunque ahora que lo pienso, jamás la oí decir que estaba estresada. Sin embargo yo he tenido un herpes zóster, maloclusión dental, falta de vitamina B, y un largo etc de enfermedades que son un efecto colateral del estrés. Así que sigo quedándome con lo de ejercer de jubilada. Un problema en mi vida menos! 


3 respuestas a “Jubilada”

  1. Jubilada y con batín… o algo así, jejeje.
    Pienso eso que dices, que jubilarse para convertirse en escritora no es solo un buen plan, es un plan maestro. Yo lo haría… pero con bastón. Aunque no lo necesito, ojo, pero queda pintón. Digno de una escritora de raza. Algo así como una versión doméstica de Elisabet Benavent, pero con más hernias y menos tiempo libre y la enojo a ella porque su lectora me hace reír mucho.
    Porque mira, a mí me dieron la incapacidad en el INSS, y no por gusto. Que si insomnio crónico, que si úlceras como si coleccionara estampitas, que si hernias discales de todos los sabores y colores. Podría hacer un álbum con ellas, uno que se llame «Cuerpo Humano en Rebelión». Pero claro, ¿cómo explicarle al cuerpo que no se puede parar, que mi madre, una gallega de complexión firme necesitaba que la subiera, la bajara, la bañará, la girara y la cuidara? Mi espalda dijo “basta”, pero yo no. Porque así soy yo, terca, amorosa y con un umbral del dolor que ya querría Bruce Willis en una de acción.
    Ahora que estoy «jubilada», mi vida se parece mucho a una agenda de ministra de asuntos familiares, bueno ministra ahora me da un poco de miedo eh. Quería disfrutar de mi casita en la playa, de esas olas que susurran promesas de descanso… Pero claro, entre ayudar a mi hija, cuidar de los míos, cocinar como si tuviera un restaurante sin estrellas Michelin pero con aplausos de familia, y mantener la casa rural de Ávila en pie, no me da la vida.
    Y esa casa no se convirtió en rural porque sí. Fue mi hija quien la abrió, porque con dos hijos, una jornada a medias, hipoteca y ni un céntimo de pensión de alimentos (porque al padre de los niños no le da la realísima gana de pagar), no hay manera de llegar a fin de mes. Así que ahí estoy yo, recibiendo huéspedes, reponiendo lo que falta, comprobando que todo esté perfecto. Y cuando me creo que tengo un rato, ¡zas!, operación de mi hermana, y allá voy, con mi bastón invisible y mi sonrisa de emergencia.
    Y lo peor es que no me quejo (bueno, un poquito sí, que desahoga), pero es que me encanta hacer reír, aunque a veces parezca lo contrario. Porque entre tanto cansancio, si no suelto una carcajada, me da un pinzamiento, aunque hay veces que me caigo del todo y solo lloro, pero en muy contadas ocasiones.
    Mis noches son largas, más que una serie turca. No duermo, no descanso, no me regenero, dicen los médicos. Y yo pienso que esta vida mía parece una saga interminable de esfuerzo y amor silencioso.
    Así que sí, Ana, eso de estar jubilada y en batín suena precioso. Yo me imagino más bien con mi bastón invisible, corriendo entre fuegos domésticos, con ojeras y un corazón tan lleno que a veces duele… pero sigue, siempre sigue.
    Porque a veces ser fuerte no es una elección, es una costumbre. Y aunque no se note, me gusta mucho hacer reír. Porque si la vida no te da descanso, al menos que te dé risas.
    Un fuerte abrazo y para un feliz domingo. 🩷🌷

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  2. Querida Yvonne, has nombrado más de una cosa que nos une, lo de salir corriendo con una sonrisa para aliviar el dolor, a Elisabeth Benavente, que estoy en su club de lectura aunque he de decir que su primer libro no lo terminé. Voy a darle otra oportunidad porque me gusta la gente que sabe hacer reír, y Ávila, de donde era el marido de mi madre. Menos mal que, con todo tu dolor aún puedes ofrecer tus letras, esas preciosas que pones en tu blog y en el de otros. Feliz domingo! Un abrazo gigaenorme que diría mi enano! 🫂❤️

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