¿Cuál es tu palabra favorita?
Cuando decidí pasar por el altar tomé la firme decisión de no ser madre. Creía que el tema no se me iba a dar bien, y no quería joderle la vida a ningún niño con mis traumas y mis leches. Total, que ya llevaba tres años de matrimonio, y a mí la palabra se me atragantaba como un hueso en medio del gaznate, la temía como a un nublado. No quería ser de ese tipo de madres que consiguen que sus hijos vayan a terapia y que acaben de pastillas hasta las cejas.
Un día, hablando con mi marido, acabada de fallecer mi abuela, sobre lo mucho que ella había trabajado para sacar sus hijos adelante, la paciencia que yo decía no tener se puso en medio de nuestra conversación. Él me dijo que, todos los temores que yo exponía, no eran más que ejemplos de que a mí me iba a ir mejor de lo que creía.
Y sin pensarlo mucho, me tiré a la a la maravillosa, dura, aventura de ser madre, y no una, dos veces.
Ha sido y es un viaje tremendo. Cuando entro a casa siento que llego a otro planeta, con unos hijos que, si no fuera porque son mi vivo retrato, no parecen míos. Son buena gente, cariñosos a tope, con los que tengo que ejercer una paciencia que no sabía que tenía.
Me he pegado unos madrugones y unos desvelos que no deseo para nadie. He tenido que pelear, físicamente, para poder dar un antibiótico o por cambiar la ruta al ir a terapia.
Cuando se ponen enfermos siento que mi cabeza empieza a girar como una lavadora y mi ansiedad hace que pueda subir hasta mi casa, en un segundo piso, sin necesidad de ascensor. Pero, cuando echo la vista atrás y repaso todo lo que he vivido con ellos, todas las sonrisas que me han dedicado, todas las cosas que han superado gracias a su esfuerzo, todos los «te quiero» han valido la pena. Y no lo digo porque sí, sino porque ellos dos son lo mejorcito que le podía haber pasado a mi vida.
3 respuestas a “Maternidad”
¡Qué relato tan honesto y conmovedor! Es increíble cómo muchas veces los temores que tenemos antes de lanzarnos a una nueva etapa de la vida se disuelven cuando nos enfrentamos a la realidad. Ser madre es, sin duda, una de las aventuras más desafiantes pero también gratificantes. Esos madrugones y momentos de ansiedad que mencionas son algo que, aunque duros, quedan opacados por el amor y las sonrisas de tus hijos. Gracias por compartir tu experiencia tan personal y auténtica. Me encantaría seguir leyendo más sobre tu viaje como madre, ¡es muy inspirador!
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Muchísimas gracias por ese comentario tan precioso!
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con gusto 😀
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