El trabajo duro

¿De qué maneras el trabajo duro hace que te sientas realizado?

Hoy se examina mi hija, por fin, de sus oposiciones. Voy a subir con ella y la acompañaré hasta la puerta para que esté tranquila. Ha sido un año de trabajo duro, de ansiedad, de llantos, de ganas de tirar la toalla. Yo he estado ahí y sé lo mal que se pasa así que mi labor hoy será acompañar y asistir. Ayer, de broma, decía que mi labor era como la de un perro de asistencia y que mi nombre podía ser, perfectamente, Tom. No voy a acompañarla hasta el aula, pero he conseguido fichar para ello a una amiga. Espero que actúe como tal y le indique. Total, mi amiga no ha estudiado un pito y no va nerviosa.

No creo que consiga aprobar, pero ha trabajado muy duro, como hace ella siempre, con todo lo que le importa. Para salir de sus silencios, luchó como una jabata. Para conseguir reconocimiento en el colegio, igual. Esto, en realidad, es pan comido. Mi hija se mea en estos momentos. Pero ella no lo sabe porque tiene 19 años, y a esa edad una se cree un orco con sobrepeso. No se contempla al espejo y ve lo que veo yo. Una chica responsable, seria, formal, digna de todo lo mejor.

Su profesor le ha dicho que, si no saca buena nota, si no pasa el corte, que siga, que no se rinda. Qué risa! Él no sabe ante quién está. Yo sí! Y hoy voy a acompañarla ante una nueva batalla. Ya estamos las dos a pies firmes en el campo, con nuestras espadas, viendo llegar al enemigo. Yo estoy dispuesta a morir para defenderla. Y con este último pensamiento, alzo mi arma y salgo corriendo hacia él. Todo por mi hija! Mi hijaaaaa!


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