Hablemos

¿Con quién te gustaría hablar pronto?

Se llama Luis. Sus padres lo han llevado a un gabinete y, mientras ellos hablan con las psicólogas, él deambula por una sala llena de luz, con rincones llenos de juguetes, y de estanterías con libros. Van a decirle a sus padres lo que él ya sabe, es autista y, probablemente, no hable ni diga una palabra jamás. Él sí tiene un diálogo interno profundo para su corta edad. Tiene 8 años, y este es el cuarto gabinete al que va. Y el último. Sus padres esperan, cada vez, oír algo distinto, pero siempre es la misma cosa. Le gusta aquél gabinete. Ojalá pueda seguir yendo allí.

Al cabo de los años, mientras daba siete vueltas más al sol, descubrió con tristeza que su padre lo consideraba un mueble, y no le ponía su abrigo en la cabeza al entrar a casa porque entendía que era su hijo mal que le pesase. Su madre era otra cosa. Ella le leía, le ponía música, le hablaba, y él solo podía lanzar aquella especie de rugido que lo hacía parecer un león herido. Intentaba incluso fijar la vista en ella, para ver si así su madre entendía que era un chaval de 15 años atrapado en una maraña neuronal que le impedía decirle lo mucho que la quería y lo mucho que agradecía sus desvelos.

Un día, entró una tablet en su vida. Su madre estaba empeñada en instalarle un comunicador y que él señalase lo que quería decir. El problema? Sus manos se agitaban nerviosas y no podía mantenerlas quietas, pero, para su sorpresa consiguió mantener quieto el dedo índice de su mano derecha. Y entonces pulsó. Y una voz mecánica puso voz a lo que había apretado. Su madre sonrió orgullosa aunque consideraba en su fuero interno que aquello era un accidente y no se iba a volver a repetir. Pero él lo intentó con más ahínco. «Mamá, quiero agua». Su madre se giró a mirarlo y le preguntó: «Quieres agua Luís?» «Si» contestó él. Y entonces ella comprendió y cayó a su lado, llorando. Lloraba por todos los intentos fallidos, por los 15 años de silencio impuestos, por su hijo, porque estaba atrapado en aquél enorme cuerpo inquieto, y así Luís comprendió también y sintió mucha pena y mucha alegría porque por fin podía decir, comunicarse.

Lo que empezó con aquel comunicador, terminó en un ordenador portátil. Así consiguió estudiar y ponerse al día en lo académico, donde resultó que Luís era un alumno brillante.

Cogió carrerilla, y, al cabo de poco publicó un libro que escribió con mucho tesón y solo con aquél dedo índice. Lo tituló «Vengo de Avatar» donde explicaba que, el planeta del que él venía no necesitaban apenas palabras para decir lo que se sentía. Hablaba de lo que era vivir en un cuerpo que no te permite su control porque está muy ocupado sintiendo todos los olores, los ruidos. Como no podía ser de otra forma, el libro lo dedicó a su madre, «la única persona que no se rindió hasta hablar conmigo. Hasta acceder a mí. El único ser humano merecedor de visitar Avatar». Y allí partió ella cuando le tocó marchar. Al pasar al otro lado, vio a Luis, que en ese planeta era un hombre sonriente que la abrazó nada más verla. Al sentir aquél abrazo cálido, al oír por primera vez hablar a su hijo, pensó que Avatar era el mejor lugar para descansar eternamente. Con su niño, siempre con su niño.


2 respuestas a “Hablemos”

  1. Querida Ana.
    ¿Con quién me gustaría hablar pronto?
    Con Luis. Con ese niño de mirada inmensa, que caminaba entre juguetes y libros mientras los adultos pronunciaban palabras difíciles. Con el niño que parecía callado, pero que pensaba con una claridad que muchos nunca alcanzan. Me gustaría sentarme a su lado, sin prisa, sin esperar respuestas, solo para estar. Para que supiera que lo veo, que lo escucho, aunque no diga una sola palabra.
    Me gustaría hablar con el Luis de 15 años, para decirle que no está solo, que esa maraña que lo aprieta no le ha robado su luz. Para que supiera que su lucha silenciosa también es poesía. Y con el Luis de más adelante, el que venció al mundo con un dedo, con un libro, con un “sí” que rompió un muro de años.
    Me gustaría decirle que su historia importa, que su amor, aunque distinto, es tan puro y valiente que debería escribirse en el aire.
    Y sí, también me gustaría hablar con su madre. Para agradecerle por no rendirse. Por haber tenido fe cuando todo parecía cerrado. Porque gracias a ella, hoy sabemos que el amor puede aprender nuevos idiomas, que una caricia constante puede cambiar un destino. Me gustaría decirle que, aunque su abrazo ya no esté en la Tierra, sigue siendo hogar allá en Avatar, donde su hijo le habla con la voz que siempre tuvo, y con todo el corazón que nunca dejó de estar con ella.»
    Me siento muy emocionada.
    Te mando un abrazo de esos apretados y largos que dan calor al alma. 🤗🩵🌷

    Le gusta a 1 persona

Replica a POETAS EN LA NOCHE Cancelar la respuesta