Estamos en la casa del sur desde ayer tarde-noche. Es algo que teníamos pensado desde el inicio del curso. Hoy se va su clase entera a Eurodisney y él se queda en la isla, primero porque no le importó ni preguntó nadie si ese era el viaje que necesitaba mi hijo, y porque a mi retoño le importa cero quedarse aquí. No quería ir y yo quería que fuera. Tal vez para darle al niño una pátina de normalidad que me puedo meter por donde me quepa puesto que él es feliz y le suda mucho eso de ser «normal». Así que he decidido hacer una especie de diario, mientras el deambula dentro de la casa porque no sabe qué hacer, o cuaderno de viaje, y dejarlo aquí, para que un día lo encuentre y lo lea y sepa cómo fue todo.
Como digo, vinimos ayer por la tarde. Aquí, en Avatar, se planifican con exquisito cuidado las comidas, así que, ya sabíamos dónde pararíamos a comer. Lo hacemos siempre en un restaurante de comida rápida hindú donde solo puedes comer ensaladas o pollo. Ninguna otra carne. Sus ensaladas son deliciosas y muy recomendables. El señor siempre recibe a sus clientes como si, solo un segundo antes, hubiera pensado en suicidarse, ojo cuidado que no ando con bromas en ese tema que he perdido a familia así, pero para que imaginen el nivel de alegría, pero es ver llegar a mi marido y comenzar a sonreír. A mi no me sonríe, pero claro, si a las diferencias de culturas le añadimos las del sexo, apaga la luz y vámonos. Su señora si me sonríe, y cuando lo hace, me da una sonrisa franca y afectuosa. Como ven conocemos a toda la familia.
Luego subimos a la casa, cada vez con menos equipaje porque las escaleras a subir son mortales, y entramos a la casa. En la puerta me esperaba el agua que pido por WhatsApp al chico que reparte los jueves. Le pago con bizum. Nunca le he visto la cara. Luego colocas la terraza, que siempre dejo dentro de la casa, porque si no el calor la fulminaría, y empiezo con el reparto de ropa de cama y de toallas. Luego una voz me grita: «el aguaaaa!!!» y ahí recuerdo que debí girar la llave antes de entrar.
Hoy está todo planeado. Desde el desayuno hasta la cena, en la que no va a estar mi marido porque trabaja. Pasaremos un rato en la playa, porque aquí venimos a lo que venimos, y compraré algo de regreso a casa para cenar.
Ahora voy a pasar revista al jardín. Aquí el calor debe ser gigaenorme durante el día porque ayer, al entrar las garrafas, estaban calentitas, a pesar de que, en esta casa, da bastante sombra. Las demás sufren ese calor donde puedes sentir, incluso, cómo sufren las piedras. Voy a regar como primer propósito del día, y, mientras lo hago, recordaré a quien lo hacía antes que yo, que luego entraba y te daba detalles de lo que había detectado en él. Ya oigo a los pajaritos del árbol. Llamándose, llamándome. Así que voy a levantarme de aquí y me voy a poner a currar mientras el enano salta detrás de mi. Aleteando los brazos. Como un pajarillo más. Vuela alto canarito!! Vuela alto!!
4 respuestas a “El viaje de fin de curso familiar”
Que alegría la del canto de las aves , espero que te trasmitan su felicidad 🙏
Me gustaLe gusta a 1 persona
Eso por supuesto! Directo al corazón ❤️
Me gustaLe gusta a 1 persona
Ana querida,
Leo tus palabras y se me encoge el pecho y se me ensancha el alma, todo al mismo tiempo. Porque en cada línea hay belleza, verdad, y ese amor tuyo que lo envuelve todo sin aspavientos, pero con una precisión que abriga el corazón. Lo haces todo tan bien… hasta el agua te espera cuando llegas.
Qué maravillosa eres, amiga. Cómo piensas cada detalle, cómo haces que todo esté a punto, desde la ensalada al grifo, desde el bizum al vuelo de los pájaros, hasta ese tan especial aleteando a tu lado. Incluso en el caos o en la ausencia, en esa melancolía que se cuela sin permiso, tú construyes un orden lleno de sentido y cuidado. Tienes esa virtud de sostener la vida sin que se note el esfuerzo, como si todo sucediera solo, aunque sabemos que no es así. Que detrás estás tú, con tu fuerza callada, tu mirada que ve más allá, y tus ganas de que el mundo sea un poco más amable.
Y ese pequeño canario tuyo, que no necesita París ni castillos para sentirse pleno, porque su alegría va por dentro y se desborda correteando en círculos alrededor de ti. Qué suerte tiene de tenerte como brújula, como nido, como ala.
Ojalá esos pajarillos que te llaman desde el árbol también sepan devolverte un poquito de todo lo que das. Que su canto te abrace por dentro, que sus alas sean tu espejo. Porque tú también vuelas, Ana. Y nos enseñas a hacerlo, sin ruido, sin pedir permiso, pero con una dignidad que emociona.
Sigue así, por favor. Sigue haciendo todo lo que haces como lo haces. Porque lo haces maravillosamente bien. Porque necesitamos de esa luz tuya que, aunque no lo sepas, alumbra muchas más casas que la del sur.
Te mando un beso con todo mi cariño y el deseo que estos días puedas disfrutar.💝🥰🌷
Me gustaLe gusta a 1 persona
Muchísimas gracias por lo que has escrito. Un comentario que emociona y que consigue confortar mi alma de una manera que poca gente consigue. Gracias por esa fuerza enviada a través de tus letras. Es lo que cogeré yo para mi hijos. Es lo que necesito para tirar hacia adelante ❤️❤️❤️❤️
Me gustaLe gusta a 1 persona