El viaje de fin de curso familiar (día 6)

Ayer, después de llover un rato bueno por la noche, aunque aquí la gente, los turistas, no se ponen como la población de la isla, es decir, no gritan, no corren, no se ríen, pues como digo, al día siguiente salió un sol radiante. Nos pusimos mi hija y yo a limpiar la parte alta de la casa y, cuando vino mi marido, salimos a comer a un restaurante al que iban mucho mi madre y su marido, pero claro, yo no soy mi madre, soy más tímida, y los camareros han diluido el recuerdo suyo porque ya son cuatro los años que hace que se fue. También me recordaron hoy que mañana sería su cumpleaños. 72 años hubiera cumplido. En fin!

Total, que, salimos del restaurante y paseamos un poco por la avenida (muy poco porque el sol ya andaba dando duro a sus rayos y somos muy blancos para soportarlo) y nos hicimos una foto. Vuelta a casa a descansar y por la tarde nos llevó mi marido con el coche a la playa y volvió a la capital para entrar a trabajar.

La playa estaba prácticamente desierta, de normal es un día de cole, de trabajo, y se notó muchísimo que estamos en temporada baja.

Allí me puse a hablar con mi hija de que se está preparando con muchas ganas las oposiciones y que confío absolutamente en que puede aprobar. Ella siempre intenta decir que no, pero yo le corto diciendo que tardé la vida en aprobar y que, cuando digo que vas a aprobar es que puedes hacerlo. Luego me explicó el vértigo que le da comenzar a hacer algo que no tiene ni idea. Yo contraataqué explicando que, cuando empecé no había nadie en el antiguo edificio para explicarme. Para colmo se había cambiado el sistema de hacer el correo al modo online, mis jefas eran dos mujeres que me miraban como si oliera a mierda y mi compañera estaba loca (literalmente). Así que mis primeros días fueron una auténtica yincana sazonada con juicios a otra isla, compra de pasajes para ir y volver en el día porque no podía permitirme el lujo de dejarla sola porque era muy pequeña, más discusiones con la comercial de correos quejándome de que tuviera que realizar un trabajo que era propio de un empleado de correos. Teníamos que pegar unas etiquetas a cada carta y a un folio, lo que retrasaba muchísimo hacer el maldito envío. Había días que salía sobre las 5 de la tarde. Sin comer. Y pasaba a recogerla a la guardería. El sistema se quitó porque no fui la única que protestó pero esas horas echadas de más no fueron remuneradas así que sí, lo hice por tonta.

Luego vino mi compañera a explicarme que había elegido un juzgado donde se viajaba a otras islas. Y que el siguiente viaje me tocaba hacerlo a mi. Ella tenía miedo a volar y se tomaba unas pastillas mezclada con alcohol. Con el paso de los años, la química de su cerebro se modificó y acabó con una incapacidad para el puesto. Por eso se turnaba con la compañera que yo sustituía. Luego le dio pena porque supo de mis circunstancias y se ofreció a ir ella pero le dije que no.

Cuando terminé la historia, ya tocó recoger, sacar a su hermano del agua, caminar cuesta arriba para llegar a casa, mientras el niño iba delante, aleteando las manos como las cotorrillas que habitan en la copa de los árboles. Pasamos por un bar donde mi madre solía ir con su marido a bailar. Estaba el mismo cantante. Cantaba algo de Julio Iglesias y pude sentir a mi madre y su marido bailando en la pista. Mi hija se me acercó y, bajito me dijo: «echo de menos a la abuela mamá». La primera vez que mi hija verbalizaba algo así. «Te estás volviendo muy terrícola» le contesté y nos echamos a reír. Y así, en ese silencio compartido, en el vuelo de su hermano, en los años que me pesan, llegamos a casa.

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4 respuestas a “El viaje de fin de curso familiar (día 6)”

  1. Ana, qué forma tan bonita tienes de contar…
    Leer tu relato ha sido como asomarse a una ventana abierta al corazón. Me has llevado contigo por ese día lleno de vida sencilla, de ausencias que duelen, de amor que sostiene. Me ha emocionado esa caminata con tu hija, esa risa compartida después de la ternura, esa frase tan tuya, “te estás volviendo muy terrícola” tan cargada de cariño y nostalgia.
    Qué bonito ese modo de habitar la memoria, de seguir caminando pese al peso, de ver volas a tu hijo como una cotorrilla feliz.
    Gracias por compartirlo así, con tanto tacto y tanta verdad. 🌿💛
    Un fuerte abrazo y feliz día. 🥰🌷

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