El viaje de fin de curso familiar (día 7 y último)

Ayer nos levantamos a dos tiempos. Me explico. Primeramente, me despertó a las cuatro de la mañana. Suele ocurrir cuando hay un cambio, un examen, un viaje…así que, después de enseñarle la tablet que tenía en la mesilla de noche, a Dios gracias porque yo apago el móvil,  me giré para que no me hablara, un truco de madre veterana en estas lides y le ordené que durmiera. Cayó a saco y volvió a dormir hasta las 7.

Después de desayunar, le dije que regara el jardín, para hacer el duelo de la partida como se debe. Regando las plantas y demostrando su amor a la casa, todo ello mientras yo podaba arriba, haciendo lo propio.

Luego me puse a limpiar la planta baja y mi hija, superada por todo lo ocurrido esta semana, y, habiendo hablado el día anterior de que me ayudaría, comenzó negándose, luego me gritó y por último me dijo que porqué limpiaba la casa, y no pagaba a alguien. Yo me limité a seguir limpiando porque entendí que, cualquier cosa que dijera caería en saco roto. Desde el amor que siento por ella, la respeto y la entiendo.

Luego llegó mi marido. Enfermo. Catarro. Sin fiebre. La muerte para él. Salimos a comer porque para eso no hay enfermedad alguna, y al volver, descansamos un poco y luego empecé a recoger. Por el rabillo del ojo miraba a mi hijo, y lo veía cada vez más enfurruñado. Tan es así, que no quiso ir a cenar y nos fuimos directos a casa. Al llegar, miré el hogar que nos recibió acogiendo a esta familia rara que lo habita. Esta familia que vive entre sus paredes pero que la utilizan sólo para dormir. Que siempre salen y entran corriendo. Que, cuando están, no se les oye, no se escucha un ruido. Como si en él viviera una familia de felinos.

Deshice las maletas, puse dos bolsas junto a la lavadora para irme haciendo el cuerpo de la que me espera. No importa. Eso también será una prueba de amor a mi casa, a mis hijos. Hoy estoy encerrada en la sala de vistas con mi jefe. Otra prueba de cariño. Mi compañera no anda fina de salud y él tiene las defensas regulinchis. Estas son mis motivaciones vitales. Amar sobre todas las cosas y hacerlo como a mí misma, alejando todo lo que enturbia mi sentir. Amo incluso a la letrada que habla y que tiene que contestar una demanda larga hasta decir más no. Y este amor inmenso de mi hacia el mundo, lo extiendo a la memoria de mi madre que hoy hubiera cumplido 72 años. Y así cierro el círculo. Desde el final. Hasta el principio.

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4 respuestas a “El viaje de fin de curso familiar (día 7 y último)”

  1. Ana querida, lo primero, un abrazo grande y sentido por tu madre. Feliz cumpleaños para ella, allá donde esté… Seguro que sigue abrazándote a su manera, en silencios, en intuiciones, en tu forma de amar y sostener.
    Pensaba que ya estabais en modo verano, pero veo que la vida aún os pide algo más de marcha antes del descanso. Aun así, esas escapadas son un soplo de aire y de alma entre tanto ajetreo.
    Me emociona leerte porque hay tanto amor en lo cotidiano que narras… en esa paciencia, en ese cansancio, en esas batallas pequeñas que libras sin perder la ternura.
    Ánimo con todo, con el trabajo, con las pruebas del día a día… que lo haces más bonito solo con tu forma de estar.
    Aquí va mi cariño también, y mi admiración. 💙🌷

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    • Muchísimas gracias! Aquí el verano no empieza hasta que no acaba la terapia sobre mediados de julio. Ese es el pistoletazo de salida. Sé que mi madre está conmigo, y no es algo que uno imagina, es algo que uno percibe en un montón de pequeñas cosas ❤️ Un abrazo virtual y mi cariño a ti también! 🫂❤️😘

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