• La nostalgia

    ¿Qué te produce nostalgia?

    Hoy me he levantado con un dolor de lumbares terrible. Hace un montón que lo aguanto, y si, fui al médico y si, tengo un diagnóstico, aunque hoy me ha dado fuerte porque ayer estuve sentada trabajando hasta que llegó la hora de irme. Hacer vida sedentaria es incompatible con este dolor. Fui ayer al gimnasio, y, con la zona protestando, hice los ejercicios de fuerza porque sé que son lo mejor para que esto no vuelva a ocurrirme. Tengo que fortalecer la espalda. Hace unos años, llegué incluso a cojear a causa de lo mismo.  Pero ahora no. Ahora solo parezco una tabla andante que no puede ni agacharse.

    Estas cosas me hacen volver a tiempos pasados, cuando uno no tenía ningún dolor que aguantar,  en los que, por ejemplo, nos reuníamos la familia a comer en casa de una tía de mi madre, cosa que me daba igual porque a mi lo de disfrutar comiendo me entró tarde. Cuando acababa la comida, separábamos los muebles, poníamos música y bailábamos como si, al día siguiente, no entráramos en otra fecha. Como si todo acabara esa noche.

    Se ponía la televisión para partir el año con el único canal existente, y cantábamos a voz en grito «el himno a  la alegría» de Miguel Ríos. Nos comíamos las uvas, que yo terminaba con ganas de vomitar, y empezaba el baile.

    Hoy iré a cenar a casa de mi suegra. Allí no habrá baile, ni nos cogeremos por la cintura bailando la conga. La comida será más pinturera que la del 24, y tras ella me marcharé con mi hijo porque él necesita de su rutina y se acuesta siempre a una misma hora. Si no respeto sus tiempos, comienza a dormirse en el sofá. Así que las uvas, si las hay, serán en el salón de casa yo sola. O con mi hija.

    Qué queda de aquella niña que fui? Aquella que juraba que nunca sería madre? La que soñaba con bailar? La niña callada y tímida que no decía esta boca es mía para que nadie notara su existir? Ella debe estar en alguna parte de mi cerebro, gritándome que, por favor, deje de hacer cosas en las que pueda destacar, en las pueda llamar la atención, que, total, no voy a conseguirlo. Esa niña vulnerable, convertida en adulta por obra y gracia del paso de los años, vive aún tan asustada, que en días como hoy, la busco, la abrazo y le digo: «cariño, déjame hacer esto que me gusta, aunque no lo haga bien! Déjame disfrutar de los años que me queden!» Y luego la cogeré de la cintura y le enseñaré a bailar la conga sin miedo. Saliendo a la calle con un collar del cotillón y un pito gritando a todos que, ambas, hemos sobrevivido al 2024. Prometo luego abrazarla fuerte y dormir junto a ella como hago con mi hijo. Porque a ambos los quiero mucho. A él por traer alegría a mi vida, y a ella, porque ha sabido sobrevivir durante 54 años de manera inteligente. Y en ese ménage á trois, surcaremos el sueño hasta el 2025. Feliz año Anita del pasado! Descansa tranquila! Ya no hace falta que estés alerta, solo descansa…

  • El equipo

    Si crearas un equipo deportivo, ¿qué colores y qué mascota elegirías?

    Hay por ahí un chico, Carlos García Junco, que, para quien no lo conozca, sólo tiene que darse una vuelta por su cuenta de Facebook y ver todo lo que hace y lo que ha hecho. Carlos es, entre muchísimas otras cosas, entrenador en el Real club Oviedo, de un equipo con necesidades especiales que juega la liga Genuine.

    Si tuviera que hacer un equipo, sería algo como el que lleva Carlos. Sin duda. Hoy tras levantarme, y, mientras tomo el café, me puse a leer algún blog y luego pasé a lo que yo llamo, la aplicación del postureo, Instagram. Pero hoy venía, de entrada, porque la app sabe que son temas que me interesan, un video sobre pérdidas y suicidio, y de como sobrellevarlo en estas fechas, y el otro sobre el Déficit de atención. En él un chico explicaba cómo lo vivió en sus estudios, sin saber, por supuesto, qué le pasaba, y de cómo llegó a atarse a una silla para no levantarse, poniéndose delante frases como: «eres un inútil, si te levantas no vas a sacar esto…» Y me dio una pena terrible. Era un chaval joven que ahora tiene una empresa y que creció pensando en que no hacía suficiente porque él no era suficiente.

    Hay un montón de gente por ahí a la que nunca nadie le ha dicho lo buena que es en tal o cual cosa. Luego estamos la gente como yo a quien cuando les dicen que lo hacen bien, no lo creen porque de pequeña uno sufrió una serie de traumas que hacen que, hoy día, la cabeza le vaya así.

    Carlos también tuvo su poquito de, este chico va de cráneo, enséñenle a secar platos que no sirve para otra cosa. Pero sus padres no debían pensar lo mismo y ahora tiene un currículum más largo que mi brazo. Ha estudiado más que mucha gente, es maestro, entrenador, ha escrito libros, es conferenciante, es padre y marido, y es autista y eso no le ha impedido vivir feliz y ayudar a otras personas a serlo. Cuando dijo en la conferencia a la que fui a verlo, que aquél diagnóstico era el suyo, se me cerró el pecho y comencé a llorar como una magdalena. Carlos fue mi confirmación de que un diagnóstico no es un pronóstico de vida. Si tengo que elegir, yo elijo un equipo con él.  Y como mascota un perro. Un galgo. Por esto de que es una de las razas más maltratadas del mundo perruno. Adoptado, por supuesto!

  • MI OPCIÓN

    How have your political views changed over time?

    Hace muchos años, cuando yo ya tenía edad de votar que debía estar por el pleistoceno, solía ir con una de mis tías, desde su casa hasta la zona de la playa caminando. Era cuesta abajo, por lo que no era agotador. Solíamos parar en una hamburguesería, y seguíamos rumbo hasta la avenida mientras hablábamos de mil cosas. Cada vez que dábamos un paseo, nos encontrábamos con un político y su mujer, que debía tener más paciencia que un santo, la mujer me refiero porque para él aquello era todo un baño de multitudes,  y que aguantaba estoicamente que los pararan cada dos por tres para saludarlo, presentarle incluso sus respetos…Por aquel entonces él iba de sindicalista, aunque hoy, mirando la wikipedia, esa parte de su vida no exista. Solía hacer reuniones en teatros, en sitios donde cupieran bien de afiliados, como digo, lo paraban por la calle gente trabajadora con mil y un problemas y él los escuchaba educadamente y les daba consejos o les decía dónde sería la próxima reunión sindical. Su sindicato era  de esos que, solo viendo el color de la bandera, no dejaba ninguna duda de su rumbo político. A mi me encantaba verlo y oírlo porque no era ningún cantamañanas como los  que pululan hoy día. Era un tío culto, que había ido a la universidad, y, sin saber nada de su persona, antes, realizar ese tipo de estudios suponía un coste a  la economía familiar brutal, porque en esta isla no había ninguna, con lo que, o ibas a la de enfrente, o saltabas Gibraltar. Es decir, me parecía que quien tenía estudios universitarios venían de familias muy comprometidas con el futuro de sus hijos, y claro, ahí le han dado, sobre todo a mi que les daba igual si estudiaba o me metía a poner copas. Esas cosas, esos ejemplos, cuando has tenido otros, son algo que te hacen reverenciar a quien ha pasado por ellos. Por lo menos a mi.

    Total, que, a medida que fue ascendiendo en política, fundó un partido político que este sí aparece en wikipedia y fue cambiando su jersey gris, que era como su segunda piel, por un traje a medida y corbata.

    No me molestaría tanto que hubiera hecho esa modificación, si no lo hubiera visto, con mis propios ojos, dar la mano, y pactar con quienes él consideraba la representación de todo lo malo. Ratas, hubiera dicho a sus afiliados. Qué poca vergüenza!

    He dicho alguna vez por aquí que tuve un profesor de griego que se metió a humorista, y, un día, en una entrevista, cuando le preguntaron que qué político le había desepcionado más, miró a la cámara, para una televisión autonómica que estaba manejada por, entre otros, este señor,  dijo el nombre del político, y le preguntó: «Quo vadis?» No pude evitar soltar una carcajada, y eso que a mi, mi profesor, maldita la gracia que me hacía. Pero aquello era muy verdad y su pregunta muy certera.

    En algún momento de mi vida dejé de hacer aquél ritual de paseos sin prisas. Como él. Ya ninguno de los dos va a dar paseos por la playa. Él a seguir engañando y yo, a mirarlo como si fuera una fan loca. A mis años, ya pongo las cosas en contexto.  Ahora, cuando voy por la avenida, camino como si me persiguiera un velocirraptor. Siempre voy con prisas. Quo vadis? Me pregunto a mi misma. Y me sale una sonrisa. Supongo que, como a él, mi vida decidió llevarme por otros derroteros. Por el de las prisas, por el de los estudios, para que nadie volviera a engañarme sin tener un criterio propio, por el de la maternidad, y desde luego, para entender que, en política a veces, desgraciadamente, vale todo. Y es algo que tenemos que asumir nos guste o no. Como al personaje de mi historia.

  • La habitación

    Si pudieras diseñar la habitación perfecta para leer y escribir, ¿cómo sería?

    Cuando empecé a trabajar en la oficina anterior, en el Registro, tuve una compañera que, al cabo de los meses se convirtió en amiga. Nos unía la preocupación por nuestros retoños. Ella tenía una hija pequeña con diabetes y yo, pues sospechaba que mi hija era autista.

    Esa compañera, después de habernos repartido los días de Navidad, que entre 3 resulta un coñazo y más en una oficina donde va tantísima gente, me dijo que necesitaba uno de mis días porque iba al dermatólogo. Le había salido algo en medio del pecho, como un grano, que le sangraba al tocarlo. Iba a ir al médico de manera urgente. Le dije que sí, y, cuando la llamé desde el trabajo para saber qué le habían dicho, me dijo que era un melanoma y se echó a llorar.

    Estuvo, por supuesto, un tiempo sin poder volver al trabajo porque el principal lo tenía en su ceja derecha y, al quitárselo se le había quedado la expresión de la cara rara, así que la operaron de nuevo para reconstruir.

    Pasado el susto, y cuando estaba a punto de coger el alta, nos fuimos a celebrarlo comiendo en una pizzería pero antes, nos hizo un tour por su casa. Éramos cuatro en la visita. Nuestro compañero, una chica del departamento de nacionalidades, ella y yo.

    La casa era un espectáculo. Dos plantas, una cocina enorme, una azotea donde hacer asaderos..brutal. Cuando nos enseñó su habitación y nos mostró el vestidor, yo me  dije que ella trabajaba por gusto porque se notaba el poderío. No debemos juzgar a nadie por una primera impresión como consejo de vida. Yo pegué un grito, como el que pegan las amigas en el anuncio de Heineken, seguro que no lo han visto porque soy mayor, y para que se me quitara la sorpresa me llevó al cuarto de una de sus hijas. Era una habitación con una ventana que dejaba pasar una luz indirecta para el estudio perfecta, con una mesa a ras de la ventana que permitía estudiar a placer, su cama y su armario. Todo amplio pero sin exageraciones. Le pregunté si la alquilaba y se echó a reír.

    Con el paso de los años, y a medida que se fueron añadiendo problemas a mi saco, los medios para estudiar se volvieron más exiguos. Por último estudiaba en la cocina. Aquí el verano dura de enero a diciembre y, abriendo la ventana del salón y la de la cocina conseguía no morir encima del mantel de plástico. Así estudié la primera y la segunda vez que aprobé. Estos últimos meses, he trabajado en una mesa amplia, con luces Led encima de mi cabeza, y un airecito que viene de una ventana batiente a mi derecha. Tengo frente a mi una planta enorme que pertenece a mi compañera y un ordenador chulo con una doble pantalla que ha facilitado un montón el trabajo. El mejor invento del universo. Pero  aún sigo soñando con una habitación como la de mi amiga, con una ventana como aquella, con una luz como aquella, con una mesa como aquella.

    Esta foto me la hizo una compi para celebrar mi ascenso. Y si, esa soy yo 🙈 Aquí no estaba aún la doble pantalla
  • Mi coche favorito

    ¿Cuál es tu coche favorito de siempre?

    Mi madre tenía un seat 127, aunque debería decir mejor que mis padres tenían ese coche. Pero es que yo, con mi padre no paseaba mucho, menos aún cuando mi madre se sacó el carnet y resultó ser bastante mejor chófer que él.

    Mi madre solía poner música, Roberto Carlos por más seña, y muchas veces, porque mi hermana se quedaba en la casa de parientes y vecinos, yo iba de copiloto. Teníamos una canción en común, Ana, que mi madre cantaba como si Roberto le cantara a ella, aunque yo tengo el mismo nombre, y mi abuela..y el rosario de la aurora. «Toda esa vida errada, que he vivido hasta ahora, comenzó en el triste día, en que me dejaste solo, oooh Ana, Ana, Ana, wow wow wow, Ana, tengo ganas de tu amor». Me encantaba desgañitarme cantando esa canción, mientras, con la ventanilla abierta, me daba el aire en la cara.

    Ese coche fue testigo de mil aventuras. Recuerdo que un día, de camino a casa de mi abuela, yendo por la autovía, empezó a llover una barbaridad. Mi madre iba despacio, con su cara concentrada en la carretera. De repente, el coche se puso a las dos ruedas. Detrás mi hermana y yo, sin cinto puesto, por supuesto, que estamos en los 70! Fue cuestión de segundos, pero con la pericia de mi madre, el coche siguió circulando a pesar de nuestros gritos y volvió a poner sus cuatro ruedas en tierra con rumbo a nuestro destino. Mi madre me miró por el retrovisor y me dijo que no le dijera nunca a nadie lo que había pasado. Yo, claro está, moví la cabeza a un lado y al otro porque quería seguir haciendo millas en aquel coche amarillo. Eso, y porque siempre he sido de mantener un secreto si me dicen esto no lo cuentes. Y yo, debajo de mi alfombra mental, guardé muchos a mi madre.

    Años más tarde, muchos años después, cuando mi madre ya vivía con su tercer marido, como ayuda para limpiar aquella enormidad de casa,  buscó a una señora. La cosa es que, la señora, cuyo marido tenía mucha pasta pero no la compartía con ella, le compró un Peugeot descapotable, color carmín, que me puso la cabeza del revés. Como yo no iba a tener hijos, el coche me iba bien aunque a mi economía no. Mi madre, que me conocía me dijo, a ti te hubiera venido muy bien un coche como el de Canarias. Te acuerdas? Y yo le contesté: » Y es que tú amada amante, das la vida en un instante, sin pedir ningún favor. Este amor siempre sincero, sin saber lo que es el miedo, no parece ser real…» Y entonces supo que si. Que me acordaba. Como de las canciones de su querido Roberto. Y me devolvió una sonrisa en la que volví a ver a aquella chica del 127. Con la ventanilla abierta. Con su melena al viento.

  • Mi creatividad

    ¿Eres creativo?

    Hace unos años, existía un príncipe, no de los que viajan en carroza, sino los que van en limusina, que era muy guapo y un poco tonto. Le encantaba hacer ejercicio físico y para ello iba al mejor gimnasio de la ciudad donde vivía. Le encantaba mirarse al espejo mientras levantaba las pesas  y ver su cuerpo perfecto.

    No era un gran estudiante (aún tenía que estudiar una carrera porque era lo que se esperaba de él) y sacaba las notas justas para ir aprobando y pasando cursos. De las asignaturas que tenía que estudiar, había una que se le atragantaba. Francés. Un coñazo era ese idioma para él. Ni siquiera le estimulaba el hecho de que su padre lo llamara «el lenguaje del amor». Para él, el verdadero idioma del amor era su sonrisa radiante y su esculpido cuerpo. Y con eso, tiraba estupendamente.

    Tal era el problema que tenía con la asignatura que decidió actuar como si esta no existiera. Cuando sus padres le preguntaron por sus exámenes, se limitó a decir que él ya no tenía esa asignatura, y cuando sorprendidos le preguntaron porqué, él contestó que porque no había nada más que enseñarle.

    Un día llegó un correo a la reina, de la profesora de francés del príncipe, explicándole que llevaba días detrás de él para que fijara una fecha para un examen y el chico no hacía más que darle largas.

    Entonces la reina montó en cólera.  Ese hijo suyo había cogido su confianza y la había hecho añicos y ahora se iba a enterar. Pero primero contestó el correo pidiendo disculpas por lo sucedido.

    Habló con su hijo y, como castigo, le impuso varias horas de estudio de francés, y cero horas de gimnasio hasta que no diera el todo por el todo con el idioma.

    Alicaído por estar pillado en el renuncio, volvió a las clases. Al salir, su profesora, una chavala que no debía ser mucho mayor que él le preguntó «Comment ça va?. Él le contestó: «touché mais pas coulé,  creo que se dice así no?» Ambos se echaron a reír. «Un café? Yo invito le dijo a su  professeur. «D’accord» le respondió. Y juntos marcharon hacia la cafetería en lo que sería el inicio de una hermosa amistad.

  • Las influencias

    ¿Cuáles son las mayores influencias de tu vida?

    Desde los 6 años comencé a vivir con mi abuela. La salud y los estudios me llevaron hasta una casa que estaba atestada de gente. Entre todos ellos estaba un tío mío al que le encantaba la música, leer, jugar al ajedrez…Recuerdo que yo utilizaba su pequeña máquina de escribir con un libro que él tenía para aprender, en un esfuerzo absurdo por parecerme a él o embuirme de su espíritu, mientras aporreaba las teclas.

    Era una persona seria, educada, que decía las cosas sin quedarse colorado…hasta que un día, no sé porqué ni cómo, su espíritu se quebró ante el peso de la depresión.

    De ahí en adelante, me vi como un satélite que hubiera perdido a su planeta. A la deriva. Hasta que, por cosas de la vida, mi madre y yo nos miramos un día y nos gustó lo que vimos la una de la otra. Entonces me pareció perfecto tomar nota de lo que ella hacía, no de todo, claro está, los hijos estamos para ver  lo que creemos que son errores de nuestros padres, metabolizarlos, y acabar repitiendo lo mismo. Con una versión mejorada. Eso sí. Que no se diga que no aprendimos la lección.

    Hoy día, con su marcha, he vuelto a quedarme extraña, como un pato en el Manzanares, que diría Sabina, y entonces supe que debía a actuar de manera que fuera una buena influencia para mis hijos. Que me vieran estudiar, ir al gimnasio, tener una vida sana…para que, cuando sean mayores me critiquen pero no sea porque yo no me haya cuidado como un jarrón Ming. Me gusta pensar que dejaré huellas bonitas en sus cabezas. Y que estaré allí, en forma de recuerdos, hasta que la vida quiera!

  • La gente

    ¿Se te da bien conocer a la gente?

    Para empezar, y por romper el hielo, te deseo lector/a que lees esto, que, si juegas a la lotería, ganes. Hay quien dice que eso es una trampa y que no toca ni al tato, que si las estadísticas…nada. Tú ni caso. De perfil. Como la Nefertitis. Eso decía mi madre cuando a mi se me ocurría hacer alguna «locura» del tipo creer en la magia. Ese tipo de locura infantil, naif, pero que tú seguías como un perrillo alocado y joven detrás de algún juguete. Mi madre se llevó dos premios, uno de ellos el gordo. Y solo puedo decir una cosa. Ese dinero le permitió viajar, hacer algunos arreglos en su casa, y disfrutar de la vida hasta que le tocó partir. Así que si te ilusiona jugar, aunque sea un número compartido, hazlo.

    Siempre me enrollo. La pregunta. Se me da bien? Me temo que si. Estuve trabajando 13 años dando información, en una ventanilla de la que no me podía mover, muchas veces sola, sin turnos. Ni para el baño a hacer pis. En los últimos años, entraba alguien, y, antes de pasar el control de seguridad, giraba la cabeza y llamaba al funcionario o a la funcionaria de turno avisándole que había llegado su cita. Era la mentalista del curro. Adivinar qué querían antes que nadie era para  mi un modo de supervivencia laboral. Así tenía menos gente haciendo cola. Y, durante esos 13 años, las colas fueron épicas.

    Pero he de decir una cosa. Hay gente por ahí, con cara de ser gente noble, gente que si tuvieras que apostar serían tus caballos ganadores y a los que les dejarías algo muy importante para ti a su cobijo y estarías cometiendo el mayor error de tu vida. «No parece, por su cara, ser capaz de algo así» «No me creo nada de lo que ella/él dice, lo han manipulado para que cuente algo tan horrible de ese ser de luz». Lo peor de todo es que he visto manifestaciones a favor de esta gentuza siendo la víctima un niño/a. Como si fuera fácil siquiera detectar el delito para los padres. Pasas por un reconocimiento médico y, como generalmente hay lesiones, se pone en el punto de mira a la familia, que suele ser donde esos bichos están localizados. O no! Luego tiene que pasar la víctima por narrar su calvario a sus padres, que se tiran manos a la cabeza mientras calculan la gravedad del crimen. A tu hijo/a!! Después pasas a contarlo a la policía, a un fiscal, a un juez, en el juicio, que es a puerta cerrada, pero donde suelen haber unos señores vestidos de negro, con más años que un bosque mirándote desde lo alto de unos estrados mientras ponen, o no, al letrado del acusado a raya. Porque todo depende de la credibilidad de tu relato. De que no te salgas nunca del carril. Así lo suele recoger el forense, a quien le tienes que contar qué. Como si no hubieran sido pocas las personas. Eso cuando eres menor, pero cuando eres un adulto, todavía hay que añadirle a todo ello que, la rata de cloaca, suele expandir el rumor de que él y tú, pues bueno, él te rechazó, o le dije que no podía darle el dinero, o lo hace por esto o por lo otro…y el color de la vergüenza pasa de verde claro a verde sapo. Y tienes que enfrentarte a sus palmeros, a su familia, a vuestra familia, en lo que yo llamaría el colofón a un drama.

    Lo peor de todo son los casos en que nunca se desenmascara al delincuente, porque le protege la vergüenza de la víctima, que se calla durante años envueltas en culpabilidad. «Si cuentas algo, a quién crees que van a creer a ti o a mi?» Y en ese instante sabes que no tienes una maldita prueba, que esa rata ladina se va a salir con la suya. Y te callas. Y te aguantas. Y soportas incluso crecer compartiendo situaciones y espacios comunes, sin poder creer que tenga derecho a la misma cantidad de aire que tú, que morirá en olor de santidad. Porque todos son Santos. Seres de luz. Hasta que alguien, una víctima a la que lo que le ha hecho ya le arde en la boca, se acerca hasta el agresor y le arranca la careta, el antifaz, el disfraz de cordero.

  • LA FELICIDAD

    When are you most happy?

    Ayer fue el final del primer cuatrimestre del curso de los peques en general, y del mío en particular.

    La mañana comenzó yendo, esta que escribe, hasta la comisaría de policía porque debía renovar el dni. Fui caminando, para atemperar los nervios que me dan estos días. Me quité el documento viejo de encima, cosa que deseaba porque con el hackeo del móvil, entraron en todos mis datos, y  ese en concreto fue uno de tantos.. Desde ese día, vivo en un sinvivir. Panda de sinvergüenzas!

    Al grano, el peque. El acto del cole empieza a las 10 y media y termina a las doce y pico de mediodía. Teníamos que salir después de actuar la clase del niño, porque mi marido se iba a trabajar. Él salió con sus compañeros y yo notaba que, de vez en cuando se paraba y miraba para el suelo. Cuando salimos, me dijo que le dieron ganas de vomitar durante la actuación. Y entonces, como si lo hiciera todos los días, me soltó: «No sé por qué me pasa eso si estoy más que acostumbrado a salir en ese salón de actos y con compañeros de toda la vida!». Casi no me da un pasmo. Me estaba relatando algo que tenía que ver con su sentir interior, algo que no había hecho nunca. Malamente era capaz de contar que había tenido un examen y si le había salido bien o mal. Me he pegado 11 años, tratando de averiguar si la guardería o el cole, tenían alguna actividad, para no quedarme la última o para organizarme con tiempo. Haciendo de detective. Sacando las palabras del niño con dificultad de un doble carpado hacia atrás.

    Estaba viviendo ese asombro, cuando llegamos a casa y me tiro a leer las notas. Nada. No están colgadas en la aplicación. Luego, veo que me han mandado un montón de correos desde el cole. Empiezo por el de las notas. Solo había suspendido francés.

    Esa fue otra! Hace unos días, recibí un correo de su profesora diciéndome que llevaba detrás de él para hacer el examen hacía ya varios días. Mi respuesta fue, la verdad, demasiado elocuente. Le dije la verdad. Le había preguntado por esa asignatura y él, que no habla ni cuenta nada pero es capaz de mentir, me engañó diciendo que no daba francés. Si alguien les dice alguna vez, que una persona autista no puede mentir porque no tienen teoría de la mente, le enseñan el dedo corazón y luego, si quieren, le cuentan esta anécdota.  Cuando me lo eché a la cara, le dije que estaba castigado hasta que llegara el examen. Sin tecnología dos días enteros con la consiguiente pérdida de confianza de su madre. Y ahí llegó cuando lo matan, que hubiera dicho mi abuela. Se quedó fatal. Eso no se lo esperaba. Menos aún que, al decírselo, rompiese a llorar. La perimenopausia amigos! Hizo el examen y lo hizo bien, pero en uno de los correos la profesora me explicó que el examen bien, pero que su nivel con la asignatura, corto. Y se disculpaba por la calabaza! Le contesté diciendo que, con su vocación y con nuestras ganas, íbamos a conseguir grandes cosas para el enano.

    Luego, es algo que dejo para el final, leí el informe de la de PT que es la profesora, como digo yo, que lo ayuda en las asignaturas que tiene atragantadas, que lo empuja a socializar, una mujer que lo entiende…un solete de mujer, la verdad. Poco le pagan. Y no sé cuánto es.

    En junio, cuando nos dio el informe, lo hizo con un montón de items en los que iba una cruz donde ponía si lo había conseguido (ahí no había marcado ninguno) si estaba en proceso (alguno) y los que no estaban en ninguno de esos dos grupos (casi todos). Ayer habían por lo menos doce ítems marcados como conseguidos. Y ahí me quedé. En la orilla de la cama. Sintiendo que, por fín, estamos en el camino. Que, seguramente, estábamos en él desde el principio, pero no nos habíamos dado cuenta. Además, acababa el informe explicando que, a pesar de haber cambiado ya tres veces de tutor, no le había pesado en el ánimo ni en su rendimiento académico. Oh my god!! Hemos currado tantísimo!! Es algo extenuante, pero…cuando ves recoger el producto de tu trabajo, te sientes como DiCaprio, el rey del mundo, la reina del mambo, la medallista olímpica, todo junto y a la vez.

    Ahora toca coger un poco de aire y fuerzas para continuar con lo que nos queda, que viene fuertecito. No importa. Las buenas noticias de ayer, serán la gasolina de mañana. Feliz Navidad!!

  • El acompañamiento positivo

    Describe a un hombre que haya tenido un impacto positivo en tu vida.

    En mis ya 54 años, he conocido a un montón de hombres en mi vida. Ya fuera por amistad, porque eran figuras paternales que no ejercían como tal, familiares y demás hierbas. Honestamente, era un desencanto detrás del otro.

    Cuando tenía 18 añitos cumplidos, y siendo como era, una persona que iba muy a lo suyo y, pasando además por una depresión de caballo, conocí al que sería mi futuro marido.

    Me lo presentaron con todo el entusiasmo, como si en vez de un chaval de 21 años, fuera el príncipe de un país muy muy lejano, en una cita que pretendía ser a ciegas. Digo pretendía, porque él no tenía ni idea de que aquello fuera una cita. Para empezar.

    Subió a la carrera las escaleras que llevaban a la sala de cine. Clavé mis ojos en él y me encontré con un chico tímido, alto, guapo, y con lo que yo creía era un enorme despiste. Me dio la mano, en un apretón de esos que gustan, de los que irradian fuerza y honestidad a partes iguales.

    Para ir al grano, a los once días de conocernos, nos hicimos novios. Si dijera que en el año que estuvimos juntos, fuimos súper felices mentiría. Él y yo no pudimos seguir juntos porque él vivía en los mundos de yupi mientras yo me enfrentaba a dragones. Algunos de mis dragones, además, eran un secreto, un secreto que era incompatible con querer tener algo estable. Caminaba sobre un cristal finísimo. En silencio. Sin ser capaz de pedir ayuda.

    Después de romper, cosa que me hizo polvo porque era de las personas más honestas que habían pasado por mi vida, caí en la tristeza en picado. Sin miedo a llegar al fondo del pozo. Me quería morir.

    Entonces nos reencontramos. Nos pusimos al día en un momento y, cuando me despedía de él en lo que yo pensaba que era para siempre, me dijo que si podía escribirme cartas ahora que me iba a vivir fuera de la isla. Le dije que sí y, a partir de ahí, no volvimos a perder el contacto.

    Nunca le conté de mis dragones, pero no importó tampoco porque, a su lado, todos ellos volaron a otras tierras a dar por saco. Me refugié en su enorme corazón y allí me quedé hasta hacerme fuerte. Tanto, que lo sorprendí el día que le dije que había conseguido pasar las oposiciones habiendo muerto mi madre tan solo un mes antes.

    También fue refugio cuando nos dieron el diagnóstico de nuestros hijos y cuando le dije que lo de mi madre sería inminente. Cuando me dijeron que mi hermano no superaría una intervención quirúrgica o que mi hermana cayó en su enfermedad.

    Mi marido ha sido roca en el mar embravecido, ha sido sostén cuando he perdido el pie, ha sido mi cicerone en Avatar, es un padre cariñoso y un hombre que, según nos sople el viento en la sesera, puede ser un incordio. Pero eso tiene que ver con la edad, con nuestros achaques. Espero que, en los años que me quedan, poderle demostrar que yo también puedo sostenerlo a él. En la salud. En la enfermedad. Todos los días de mi vida…