De la primera vez

Cuéntanos cómo fue tu primer día en algo (en el colegio, en el trabajo, como padre o madre, etc.).

La primera vez que fui madre, iba con el miedo de una pesadilla que había tenido días antes. En ella, yo cogía en brazos a la niña, ya sabía el sexo de la bebé, y no era capaz de sentir absolutamente nada por ella. Ninguna emoción. No quería ser como mi padre. Tener una niña y darte cuenta que te da igual es una putada. Para ella, sobre todo, y para tí. Eso le pasaba a él y eso quería evitar a toda costa.

Había preparado su habitación, la maleta del hospital, había hecho un curso de preparación al parto con una matrona y no me sirvió de nada en absoluto. A las primeras respiraciones, hiperventilé y comencé a vomitar. La matrona que me asistía me dijo cómo hacerlo correctamente y, en ese momento, sentí que había perdido un tiempo precioso en aquella amalgama de paz, amor y otras chorradas, que quedan bonitas, pero que no servían para nada al enfrentarte al parto.

Pedí la epidural, otro error. Cuando se fue el anestesista, descubrí con horror que sentía aún las contracciones en el lado derecho de mi cuerpo. Además de raro, cuando me inocularon la anestesia, el parto, que hasta ese momento iba fetén, se paró. Más concretamente,  la niña se paró en el canal del parto y para sacarla se hubo que utilizar ventosa. Mi marido estaba en un  ay. Mirando quién de las dos dejaría el mundo primero. Para él eso de que te introduzcan un artilugio tipo caña de pescar, y que con ella pezquen a tu bebé era un poquito demasiado.

Cuando todo acabó, o eso creía, resultó que no caía la placenta. Y empezaron a masajearme la barriga lo que me supuso un suplicio peor que el parto. Empecé a rezar. Quería que dejaran de hacerme aquello tan doloroso. Quería a mi bebé y salir de allí. Al terminar la oración, cayó la placenta, me dieron a la niña, y se coló por la ventana un sol de mayo precioso. Me dije a mí misma que todo empezaba a mejorar, pero no. La cosa no iba bien. Al abrazarla noté sus ganas de alejarse de mi. Ahora, 19 años después, pienso que debió sentirse como el patito feo tras su nacimiento. «Quién es esta señora? En qué planeta estoy? Qué diablos me ha pasado? Suélteme señora!!»

Le dije a la enfermera que la pusiera en la cuna y, cuando llegamos a la habitación me dijeron que debía ponerla al pecho cuanto antes. Fui obediente y lo hice. No quería que dijeran que no lo intentaba, que no daba el mil por cien. Y seguía notando que, siendo un bebé recién nacido, empujaba la cabeza hacia atrás, para evitar, en la medida de lo posible, todo contacto con aquella señora que decía ser su madre.

Empecé a ponerme triste. Primero sutilmente. Tras una noche de llanto ininterrumpido, más profundamente. Llegó el amanecer, y con ello el sueño de aquella niña preciosa que no deseaba ser mi hija. Abrí la ventana de la clínica y pensé: «si me tiro desde aquí me mato». Me giré a mirarla y decidí que la niña no tenía la culpa de  haber nacido en un planeta desconocido para ella. No se merecía que la dejara sola. Iba a necesitar una madre. Alguien que, cuando pudiera comunicarse, pudiera escucharla decir: «dónde diablos está Avatar?» Y yo tendría con mucho tacto, que explicarle que, a veces, la vida es así de cruel y te pone en unas situaciones muy tristes. La enseñaría a quererme. Vaya que sí!

Cerré la ventana y, una enfermera entró dando un alegre «buenos días». «Vas a ducharte?» Me preguntó. «Puedes hacerlo tranquila que yo me encargo de la peque!» Le di las gracias, cogí mis cosas, y entré en el plato de ducha. Mientras caía el agua sobre mi cabeza, mientras lloraba mi mala suerte, mientras pensaba en cómo salir de aquello, decidí que debía aprender cuanto antes a comunicarme con aquella niña preciosa. Decidí ser su madre. Decidí amarla. Ya aprendería ella lo mismo conmigo. «Dale tiempo, solo dale tiempo!»


2 respuestas a “De la primera vez”

Replica a sandruski1 Cancelar la respuesta