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DE LO QUE MÁS
¿Qué es de lo que más orgulloso estás en tu vida?
De lo que más orgullosa estoy en mi vida es de lo bien que está la vida de mi hija en estos momentos, a pesar de que aún tiene que buscar trabajo. No me importa. Puedo sentirme muy orgullosa de ella siempre y en todo momento.
Pensar que, cuando era pequeña, no hablaba absolutamente nada, que tuvimos que enseñarla a señalar, que tuvimos que quitarle el pañal a fuerza de calendarios, papeles y cruces, y ahora me dice, «la semana que viene damos los actos de comunicación» en las clases a las que va a preparar las oposiciones, cuando eso sucede, soy la mujer más feliz y orgullosa del planeta Tierra.
Con el niño, bueno, aún vamos en el camino. Este principio de curso le hemos quitado la medicación porque creemos que su tdah está más controlado. Tal vez me equivoque pero, teniendo en cuenta que, cuando fui al neurólogo me mandó unas pastillas de caballo para él, porque lo que tomaba no funcionaba, y haber conseguido que no las necesitase finalmente, pues también es algo de lo que vanagloriarme (nunca nombro a mi marido, pero para él, el camino recorrido es un motivo de orgullo y satisfacción a partes iguales).
Ayer se me puso delante, mientras compraba y lidiaba con el ruido que provenía del centro comercial donde estábamos, una madre que conocí en el primer gabinete al que fuimos. Era de este tipo de mujeres que te habla mucho de su hijo, de todo lo que el niño hacía bien, pero que daba muy pocas pistas, o ninguna de qué le pasaba a su hijo. Es de estas personas que tengo en mis contactos telefónicos, por insistencia de ella misma, que mira mis estados, pero que jamás me dice ni un por ahí te pudras. Total, que nos saludamos y, como siempre, a mi me dio una verborrea de estas que utilizo para llenar los silencios incómodos. Canté loas en honor a mi hija, dije versos en torno a la vida de mi hijo…y ya no supe qué más explicar. Para mi sorpresa, pues como digo, me reconoció que mira mis estados de móvil, me dijo que me daba la enhorabuenísima por haber conseguido, no solo sacar a los chicos adelante, sino también mi vida. Según ella, hasta el bachiller de su hijo, estuvo estudiando con él o ayudándolo en los estudios, y con ello había cortado sus alas vitales. Su hijo nos miraba a ambas como si no entendiera nada de nada. Y yo quise hacerle un diagnóstico sobre la marcha y luego pensé que, ni era asunto mío, ni no ha sido nunca porque como digo, su madre jamás me dijo otra cosa sino que el chaval era la monda lironda. Como si fuera a terapia por insistencia de las propias psicólogas. Ella es de esas madres que no hacen el duelo nunca.
Me quedé pensando en qué iba a hacer ahora que su hijo iba a la universidad, está haciendo un grado de informática, me dijo, cosa que no tengo idea de qué es, o a qué equivale. Qué hace uno cuando se ha pegado 17 años de su vida junto a su hijo, para que no se saliera del camino? Ella debió notar mi pregunta en la cara y me dijo que podía sentirme orgullosa de haber conseguido no solo cosas para los demás sino que no había sacrificado a mi persona. «Y encima, con dos!» me dijo.
Yo no sé si tengo que sentirme orgullosa o descojonarme viva porque aprobé las oposiciones con 51 añazos, promoción interna con 54 y, como todo siga ese ritmo, llegaré a gestión a tiempo para jubilarme. Pero de lo que hemos conseguido con nuestros hijos si. Quien anda caminando por esa vereda por la que transitamos mi marido y yo hace 19 años, y va por el principio, esto es, a oscuras y con una linterna de medio pelo, sabe que alcanzar ciertas metas, algunas tan fundamentales como que tu hijo o hija te diga un «me duele aquí», es algo que requiere de un esfuerzo titánico, y que, a pesar de todo, a pesar de sudar la camiseta en cada uno de los pasos que da, puede que no de el resultado esperado y debas escoger otro camino. Más largo. Más penoso. Pero esto es así. Ensayo-error. Una y otra vez. Hasta que das con la tecla.
Si hay alguien que lea esto alguna vez, solo quiero decirte que, aunque las cosas se te pongan del color de las hormigas, aunque debas renunciar y hacer un duelo del hijo o de la hija que imaginaste que ibas a tener y que no tendrás jamás, no todo es de color tristeza. Hay un montón de alegrías, metas alcanzadas, logros desactivados, gente bonita a la que conocerás andando el mismo camino que tú, y en la que podrás cobijarte cuando arrecie el temporal y te sientas profundamente desamparad@. Mucha fuerza! Recuerda que hay quienes vivimos en Avatar y hemos conseguido ser profundamente felices.
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EL TRABAJO
¿En qué has trabajado?
Solo conozco un trabajo en el que haya merecido la pena estar y ese fue el Registro Civil. Aún recuerdo el día que entré, a sabiendas de lo que me esperaba, asustada como una jovenzuela. Me senté en una silla y dos compañeros me dieron conversación por descongelar el frío del miedo que sentía. No pasé a la oficina hasta que no llegó la jefa, y mientras ella me explicaba qué iba a hacer, recibo una llamada de personal que me indica que, lo que ella me ha mandado no tiene que ver con el contrato que me han hecho. La primera en la frente.
Me pusieron a trabajar con un funcionario que estaba enterrado en cajas de papeles, literalmente. Estuve trabajando con él hasta que desde personal le dijeron a mi jefa, que yo estaba ahí para dar información, que era lo que ella misma había solicitado. Pero en realidad necesitaba una burra de carga y esa era yo. Todo eso acompañado con que, en esos momentos, estaban digitalizando los tomos desde 1950 en adelante. La gente que lo hacía tenía un chaval que estaba hasta los mismísimos de un compañero mío que no hacía más que poner palos a las ruedas de su trabajo. Me dijo literalmente, que mi compañero era un hijo de p…Pidió la asignación del trabajo a otra persona que no minara el suyo. Me tocó a mi. Cómo no!
Pues bien, yo llegaba bien temprano, sacaba los tomos a digitalizar, los sellaba, la burocracia amigos!, para indicar que el tomo procedía a su cierre definitivo, y se los pasaba al equipo de digitalización. Luego salía corriendo a las 9, cuando se abría al público, para dar información. Eso hasta la una. No me relevaban ni para un pis, ni para beber agua…nada. La cola salía del edificio y llegaba al de enfrente. Cuando terminaba allí, harta de hablar, me iba a ayudar al compañero, el de las cajas, hasta que me iba a casa.
Cuando me dicen que la gente funcionaria son unos gandules siempre pienso en esos días y en el trabajo que salía de aquellas puertas a paladas.
Durante aquellos tiempos, a mi hija le estaban ya valorando para ver qué le pasaba. Y al año siguiente, en el 2010, algo en mi cabeza explotó y no pude más. El diagnóstico definitivo por parte de la psicóloga del centro base de que era autista, el trabajo, un jefe al que, si me tocara hoy lo denunciaría por acoso laboral etc etc, hizo que se me saltaran las palancas de mi cabeza y estuviera cuatro meses sin poder entrar de nuevo al curro.
Después de esos cuatro meses, las cosas empezaron a recolocarse. Durante el periodo que estuve de baja, hubo un parón muy raro de extranjeros que venían a preguntar por su nacionalidad o por otras historias. El primer día que entré, me puse detrás del mostrador, di un suspiro y dije: «arre burra!»
Al cabo de un rato veo que alguien mete la cabeza por la puerta, me mira, se aleja, y la oigo exclamar: «Siii!! Ya está la chica, por fín!!» A partir de ese momento, las visitas a información volvieron a subir y entonces descubrí que, la gente que venía lo hacía porque yo trabajaba bien y porque era amable con ellos. Acojonante. Y eso cambió mi relación con el trabajo, y entonces, aún más, me volví receptiva a levantarme por las mañanas, no a pasar equis horas de trámite, sino de acompañar a los que venían en sus historias y en sus problemas. Sin hacerme cargo de ellos, por supuesto, pero si en lo de estar desesperado porque aquella aventura de papeleo acabara. Y yo ayudaba para que el viaje no fuera penoso ni accidentado.
Tengo los nombres de muchos en mi cabeza, algunas conversaciones donde me reía mucho con las salidas de algun@s, intentos de soborno que acababan con mi mirada fulminante y donde dejaba claro al otro que no había más que hablar.
Dejaron mil anécdotas en mi piel y en mi corazón. Todos ellos. Ayer jubilamos al señor de las cajas. Y yo me sentí como el Sancho Panza que se queda sin su Don Quijote. Muy triste. Si volviese a esa oficina, tendría que lidiar con la pena de no volver a trabajar con él. Ayer me dijeron que, si vuelvo, tengo las puertas abiertas. Que quieren tener a gente como yo. Eso me llena de orgullo. Porque no hay nada más bonito que el reconocimiento. Y yo lo he tenido en forma de rostros sonrientes detrás de aquél mostrador.
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El buen vecino
¿Cómo definirías a un buen vecino?
Hoy me he despertado con un ruido de máquina pesada. Ha empezado como si estuviera en la habitación de mi hotel, y ha continuado alejándose cada vez más. Me ha despertado de un sueño horrible y recurrente que tengo con mi hijo. Ya es la segunda o tercera vez que tengo esa pesadilla.
Total, que me he levantado hecha un tres, la edad no perdona, y me he asomado un poquito para ver quién armaba ese jaleo. Era un señor, mandado por el ayuntamiento, para dejar la arena de la playa en condiciones.
A pesar de acostarme anoche tarde, a pesar de que lleva una hora con el escándalo y empezó a las siete, he estado a punto de asomarme y tirarle un beso por rescatarme de esa mierda de pesadilla. Cuando he vuelto a la cama, mi marido tenía los ojos abiertos como dos monedas.
Hoy nos vamos del hotel y de la isla. El hotel lo es sin pretenciones. Pero está bien a pesar de que, los fines de semana, por situarse junto a la playa y estar en la capital, te comes el ruido de los que salen de copas y vuelven al hotel haciendo eses. Voces en la calle, voces en su habitación…yo que me pongo negra porque siempre pienso más en el descanso de mis hijos que en el mío propio…y vuelta a dormir.
Hoy vamos a ver un volcán. Pero no uno cualquiera. Uno emblemático de la isla. Pero no comeremos en su restaurante que, desde que dijimos que íbamos, mi marido se ha disculpado por lo que comeríamos. Debe ser de estos que creen que, como todo el que viene pasa por ahí, si hace falta y me pones pienso, pienso como. Pero mi marido no es de ese pensamiento. Prefiere comerse un bocata en el aeropuerto con lo que ahí me deja claro el nivel del restaurante de marras.
Vuelvo nerviosa, emocionada, pensando en lo que me espera a la vuelta que va a caerme como un saco de ladrillos. Pero bueno, quiero tomarlo con tranquilidad que no deseo ponerme enferma.
Por lo menos, ya he recargado las baterías para plantar cara a lo que me viene! Solo espero un poco de suerte para que, cuando haga el salto carpado hacia adelante, no me vaya de narices!

Esos dos puntos son mis hijos. Yo desde la ventana observando como un halcón. Y ellos pues…viviendo en Avatar! ❤️❤️ -
Intentar
Cuéntanos algo que te gustaría intentar por primera vez.
Me gustaría intentar, por primera vez, hacer submarinismo con botella. Hace más años que un bosque, veía los documentales de Jacques Cousteu, no sé si lo haya escrito bien, y con ese señor descubrí que había un mundo submarino que era apasionante. Él lo llamaba cruel en ocasiones, cuando tal especie se comía a otra o qué se yo, pero entendía yo, ya de pequeña, que eso solo se hacía para crear un documental más atractivo. Ya saben, a la naturaleza siempre se le ha puesto adjetivos humanos. Cruel, despiadada, así si, nosotros hacemos lo mismo, nos equiparamos con ella y nos sentirnos menos basura. Si había que hablar de mundo cruel, ya sabía yo de nadar entre tiburones, pero con piernas, peligrosísimos. Dónde va a parar! El tiburón blanco, ante ellos, quedaría en ridículo!
Mi marido podría ser instructor y, si le diera la gana, me enseñaría. Bueno, en realidad, si le diera la gana, y nos tomáramos unas mañanas libres sin hijos. Difícil. Pudimos hacerlo antes de los niños, pero llenamos nuestras vidas de tonterías divertidas con la sola idea de pasar el rato. Nada de aprender ni actividades didácticas, no. Eso llegó después, cuando tener un hijo no cuadraba con ninguna de los libros ni manuales que leíamos.
Ahora que hemos visitado la isla situada frente a la nuestra, que allí los peces se mean en los pescadores porque la isla entera está protegida, he pensado que, solo por eso, por lo protegida que se encuentra, el fondo marino debe ser todo un espectáculo. Pero me he tenido que limitar a verlo desde el barco que nos llevó o desde la orilla del mar porque casi hasta ese lugar llegaba la naturaleza.
Me tuve que conformar con sentarme en la toalla y vigilar a mis hijos desde ella. «No te alejes, no pases por ahí, mira los cangrejitos, esto se mira pero no se toca que te multan…» y así se nos hizo la hora de volver en el ferry.
Cuando yo era pequeña, cuando me sentaba a ver los documentales, veía a ese señor, mayor, que debía tener mi edad actual o menos, flanqueado por un grupo de hombres que lo acompañaban con lealtad, con todo el amor a la profesión, a los que te daban ganas de unirte, a vivir esas mismas aventuras que te mostraban en el televisor.
Con estas vacaciones he vuelto mucho a mi infancia, a recordar cosas, a mi viaje de novios, a respetar, aún más si cabe, el entorno. La naturaleza. A ser consciente del legado que vamos a dejar y, de lo que pasará si seguimos esquilmando. Me siento como Jacques, moviendo las aletas mientras observo. Y siento miedo y pena.
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Mi forma de vida
¿Qué principios definen tu forma de vida?
Lo más importante en mi vida, el principio que la ha definido siempre es, el de ser honesta. Ir de frente me ha dado muchos problemas pero también ha dado como resultado un vínculo con mis amistades y con mi familia muy importante. No soy persona de mentir. Soy franca pero digo las cosas con tacto. Ser sincera no me da derecho a decir las cosas de cualquier manera. No. Ese no es, ni nunca ha sido el plan.
En mi estado de WhatsApp tengo por frase: «mis hijos, mi fuerza». Otro de los principios que guían mi vida. Jamás he dejado de levantarme de la cama, por muy negras que se pusieran las cosas, si eso implicaba descuidar mi maternidad. Ellos no tienen culpa de necesitarme como traductora de un mundo que ellos no acaban de entender. De cicerone. Aquí un humano, aquí un imbécil, aquí un sitio que cuidar…
Otro de los motores de mi vida ha sido, de un tiempo hasta esta parte, demostrar todo el amor que siento por la gente que quiero. Llevaba yo un montón de años tan herida, me habían dado tanto para el pelo, que procuraba no acercarme a personas en mi vida que no tenían ninguna culpa de mi pasado. Como mis hermanos, por ejemplo. Siempre girando en un círculo concéntrico amplio, como un satélite, sin tocar.
Ahora las cosas son distintas. Me gusta decir «te quiero» a la gente que está en mi corazón. Demostrarles que pueden contar conmigo aunque en ocasiones esté enredada en las situaciones más extrañas en este Avatar en el que vivo.
Llevamos tres días de viaje y estoy notando que mi hija tiene un montón de dificultades para entender lo que queremos decir de una vez. Hay que repetirle las cosas y está resultando un pelín difícil conectar con ella y no caer agotada en la cama. Pero estas son las cosas que hacen de gasolina para que el motor de mi vida funcione. No hay cosa que desee más que mis hijos, en algún momento de sus vidas, no me necesiten para nada. Que un día me digan: «no mamá, no hace falta». Entonces yo seguiré mi camino, disfrutando de su independencia y del deber cumplido. Y seguiré caminando. Y viviendo. Supongo que hasta que la vida misma quiera!

Esta es una foto de ayer, y esa es la imagen de mi hija recogiendo conchas. La persona que me hizo entender que vivía en Avatar. La persona más maravillosa del universo ❤️ -
Posponer
¿Hay algo que siempre pospones? ¿Por qué?
En los años que hace que vivimos en nuestra casa, que ya son casi 25, lo último en lo que siempre hemos pensado mi marido y yo ha sido en su arreglo.
Desde que nació nuestra hija hasta hoy mismo, siempre hemos puesto su educación, su terapia y pagar la vivienda como algo prioritario. Arreglarla…pues no teníamos dinero para eso!. Ni tiempo!
Tampoco salíamos mucho de vacaciones. No nos podíamos permitir viajar, por ejemplo. Ni siquiera a otra isla, que es algo que estamos haciendo ahora mismo. Nuestra vida era un no parar de pagar facturas y, con lo que sobraba, comer.
Este fin de semana dimos el salto a otra isla que mis hijos no conocen. Yo he estado aquí varias veces, la última por cuestiones laborables. Teníamos que venir a esta isla o a otra de la misma provincia a celebrar juicios. Es una isla en la que no me importaría vivir mi jubilación.
La primera vez que lo hice por temas laborables, por no separarme mucho rato de mi hija, pillé pasajes de ida y vuelta para los dos días que celebramos juicios. Acabé hecha un ocho. Reventada. Qué de sacrificios, a veces innecesarios, hacemos por nuestros hijos! Para que estén bien, para que sepan que pueden contar con nosotros, que estamos!
En fin, ahora toca despertar a la tropa. Nos estamos quedando en dos habitaciones distintas con los chicos en una habitación, y mi marido y yo en otra. Él está que trina porque para su forma de pensar, tener intimidad es algo maravilloso y necesario. Para mí la intimidad significa dormir y descansar como si no hubiera un mañana. Sobre todo después de un día como el de ayer, en el que todas las emociones se magnifican porque hay un cambio de rutinas, de esperas, de carreras en el aeropuerto…
Lo dicho, voy a mirar si hay alguien más despierto por ahí, mayormente el enano, y, a partir de ahí despierto a los demás. Nos vamos de excursión a un islote. Y esta isla, sin ser muy grande, tiene bastante tráfico y pocas infraestructuras. Podemos acabar llegando al islote a la hora de volver al hotel. En fin! Ah! He conseguido un ascenso provisional en el curro que me concedieron ayer mientras viajaba he intentaba que todo estuviera en orden. Pero a eso voy a ponerle una alarma de posponer. Para que suene la semana que viene. Cuando se acaben las vacaciones!
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El millón
Si tuvieras un millón de dólares para regalar, ¿a quién se los darías?
Jugaba él con la máquina tragaperras, pensando en qué haría si le tocara el bote de un millón que daba aquél cacharro, con aquella música machacona, que sonaba bien alto, para atraer con ella a hombres como nuestro personaje. Él se limitaba a poner monedas por la ranura, apretar los botones, comprobar la jugada y vuelta otra vez de nuevo.
Qué haría con aquel millón? Qué sentiría si lo ganara? Entonces, cuando ya no esperaba nada, la máquina comenzó a hacer un ruido ensordecedor mientras él la miraba asombrado esperando no sé qué del aparatejo.
Mientras la música sonaba, se vio rodeado de curiosos, primero, y del personal del casino después. Montaron enseguida una fiesta en su honor y le dieron un gran cheque con la cantidad del bote impresa en él. Y algo de alcohol. Champán del bueno. La ocasión lo merecía.
Cuando todo terminó, cuando salió del casino llevado por una limusina propiedad del mismo, y que le pusieron como cortesía de la casa, comenzó a sentir de nuevo el vacío y la soledad de su día a día, eso, a pesar de estar algo achispado por el alcohol. Mientras pensaba en ello, y cuando aún podía ver las luces del casino a través del cristal del coche, decidió que, al día siguiente volvería a la misma máquina, a su música machacona, a sus pulsadores, para ver si así acallaba las voces de su interior. Esas que hablaban cuando se alejaba de SU máquina.
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Si no fallara
Qué es lo que intentarías hacer si se te garantizara que no vas a fallar.
Si no fallara, volvería a repetir mi vida. Seguro que entonces ni siquiera tendría el mismo nombre. Sería asquerosamente perfecta. Con hijos de anuncio, que la verdad ya tengo, que irían a colegios privados y tendrían un montón de amigos, con lo que mi agenda de vida social andaría echando humo, pero podría ir a todo y abarcarlo todo porque trabajaría en casa, como una Daniel Steel cualquiera, escribiendo libros como churros que adquirirían mis fanes.
Si fuera perfecta, si nada pudiera fallar, mi marido y yo podríamos irnos a tomar algo juntos, disfrutando de la mutua compañía, hablando de cosas que no tuvieran que ver con nuestros hijos.
Si nada fallara, yo habría planeado un viaje por el 70 cumpleaños de mi madre con mis hermanos y tendríamos ahora un álbum de fotos de los recuerdos de ese viaje. Y, como no, ya estaríamos planeando el siguiente, sin importar a donde porque todo iría sobre ruedas.
Si nada hubiera fallado, yo no habría perdido a gente a la que amaba, a la que amo aún, por culpa de la violencia, de enfermedades, de decisiones no calibradas.
Si todo hubiera salido bien, yo no iría a terapia y mi mente no sería un lío de ansiedad y de tristeza.
Si mi vida no hubiera sido falible, si todo lo que y quien me rodea lo fuera, yo no escribiría estas letras ni viviría en Avatar, ni sería yo…
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La artista
¿Quiénes son tus artistas favoritos?
Ella cantaba en un pub de esos donde va mucha gente de edad madura a tomar una copa, en silencio, mientras te cantan. Solía tener mucha afluencia por esto de que los elegidos para entretener al público solían llevar unos músicos buenísimos. El dueño, pagaba bien, pero quería la caja llena cada noche.
Durante cada noche, veía a un joven sentado solo en las mesas del centro de la sala. Cuando ella terminaba su actuación, aplaudía entusiasmado, se acababa su consumición y volvía a la noche siguiente.
Hasta que, una noche, él la esperó en un descanso, acodado en la barra. Ella pensó que iba a decirle alguna majadería y decidió no hacer contacto visual con él. «Eres mi cantante preferida, cantas como los ángeles. Tu voz me transporta a otros tiempos más felices» Le dijo. Entonces, ella lo miró, y se encontró con la mirada de alguien que exudaba ser buena gente. Guapo además. «Gracias» Le contestó. Y, para su asombro, se levantó él de la silla y se marchó. Ya no lo vio al día siguiente, ni al otro, y así pasaron meses.
Paseando un día por el mercado, le pareció verlo con un sombrero bien ajustado a su cabeza, pálido en exceso, como si estuviera enfermo. Se acercó y le soltó un «hola» tímido. Le devolvió el muchacho la mirada y se puso colorado. «Te he echado de menos en el bar desde la última vez que hablamos!» «Ya ves!» Y quitándose el sombrero dejó al descubierto su cabeza sin pelo. «Cáncer! Me ha tocado! Por eso te dije aquello esa noche, porque quería que supieras lo que significaba lo que haces para mí. Pero, durante un tiempo, se han acabado para mi las salidas nocturnas!»
«Supongo que no querrás dar un paseo conmigo ahora verdad?» Le dijo ella. «Si quieres puedo cantarte incluso alguna cosa!» Él se echó a reír y le contestó que vale. Ella le cogió del brazo, y, despacito, mientras se alejaban del mercado, comenzó a cantarle bien bajito. Sólo para él.
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Las aficiones
¿Cuál es tu afición o pasatiempo favorito?
Hoy me han pasado las horas por arriba. Hemos ido a un cumpleaños de un compañero del enano, al que no sé porqué llamo enano siendo ya casi más alto que yo. Creo que porque vi mucho Picapiedras y era así como Pedro llamaba a Pablo Mármol, que, además, era rubio! Soy más vieja que las pirámides!
Si fuera una madre de las egoístas, de las que ponen sus intereses por delante de los de sus hijos o de cualquier otro tipo, yo me hubiera quedado en casa escribiendo y leyendo además de visitar a mi amiga la lavadora como cada día, porque, quitando el tema lavadora, son las únicas actividades con las que disfruto.En su lugar, me fui a hablar con padres a los que veo de Pascuas a Ramos, que tienen unos problemas distintos, muy distintos a los míos, pero con los que comparto algo en común. El cariño que sienten sus hijos hacia el mio. Lo respetan, lo dejan ser, si no habla no importa, no abrazamos sino chocamos las manos…total, que hoy he agradecido a los padres el haber criado hijos tan buena gente y tan empáticos. Lo he verbalizado por primera vez. Sobre todo ahora que encaran la adolescencia y que ya saben cómo son esas cosas! Los chavales raros suelen caer de las listas!
Además fue un cumpleaños inclusivo, que hemos ido a otros donde el volumen de todo estaba tan alto que he salido afónica, y la actividad ha sido rápida. Fundamental para alguien como mi hijo que necesita periodos cortos para todo.
Hemos hablado del viaje de fin de curso y he escuchado con horror como me han confesado que el tutor le ha pedido a alguna que los acompañe. Concretamente a una cuyo hijo tiene alergias alimentarias potentes y prefiere el profesor que vaya acompañado. Yo no he tenido la misma suerte. A mi ni eso. Si no va, que es lo que quiere, mejor, porque así no le digo a la madre que no cuento con su hijo. Dejemos las cosas claras! A ella se lo pidió en quinto. A mi hijo y a mi nos debió dar la patada en el mismo curso.
Sobre la marcha he pensado que voy a hacer una reunión donde me van a tener que explicar, muy claramente, porqué el viaje de marras no es en absoluto inclusivo. Así podré ver sus caras, si no de vergüenza, que está claro que no tienen, sí la verdadera. Daré un discurso que no tengo que llevar ni preparado, y saldré de allí cagándome en todo. Pero que conste el pataleo. Solamente. Mi hijo ya ha dicho que no quiere ir y ahora ya entiendo porqué. Porque él ya notó la patada en el culo, a mi me ha costado más pillarla.
Tengo pensado un plan B, la verdad. Pensaba ir a visitar a mi familia en Barcelona en la misma época, porque tampoco quiero que mi hijo vaya al colegio.
En fin que, ahora, mientras escribo, siento una tristeza muy grande que se diluye a medida que le doy al teclado. Tac, tac, tac, haz magia y haz desaparecer a los adultos intolerantes. Tac, tac, tac..