• LECCIÓN DE VIDA

    ¿Sueles rechazar las cosas que se interponen con tus objetivos?

    Lo primero que uno debe entender, el primer pensamiento que debería estar en nuestra mente, es que, el día que vivimos puede ser el último de nuestra vida. No hay nada cierto. No existe un mañana hasta que despertamos del sueño. Entonces, porqué diablos vamos a permitir que, encima, se nos pongan objeciones a cómo recorrerla? Por qué vamos a permitir a nada o a nadie que nos impida avanzar y alcanzar lo que queremos?

    Otra cosa es un consejo si lo que haces no te va bien. Si te dedicas a beber el agua de los floreros para luego alucinar si tienes el hígado hecho paté, por ejemplo. O si eres un crío o una cría y no tienes ni idea sobre un determinado tema. Pero cuando, como yo, ya sabes que has vivido más de la mitad de tu vida, lo urgente es vivir sintiendo en todo momento que eso que haces ahora te hace feliz, o, que, cuando llegues, cuando  alcances tu objetivo, vas a vivir más tranquilo, mejor.

    Ahora mismo estoy realizando un máster sobre autismo que está siendo una experiencia brutal. Mi idea es aprender para atender. Fuera de ahí no aspiro a nada más. No pretendo acabarlo siendo la alumna aventajada. No es mi objetivo. De hecho, ahora resulta que el examen para ascender lo ponen el mismo mes que que el examen final del máster. Acojonante. El cosmos suele ser así de hijoputa con esta que escribe. Probablemente sean los dos, incluso, el mismo día. Pero si algo tengo claro a mis casi 54, es qué es lo mejor para mi. Y lo mejor es, sin lugar a dudas, ser feliz el tiempo que me queda. Y por eso iré al examen de promoción interna. No sé si aprobaré, eso sí, como con todas las cosas que me interesan, voy a hacerlo lo mejor posible y a intentarlo con todas mis fuerzas.

  • LA CONSTANCIA

    Hoy voy a hablar de lo que me ha servido practicar esa palabra durante toda mi vida. Siempre he pensado, no tires la toalla, tal vez en un futuro que aún eres incapaz de ver pero que está ahí, conseguirás esto por lo que hoy suspiras. Me pasó con el trabajo. Quería conseguir uno que me diera la oportunidad, no solo de llegar andando, que, para algunas cuestiones de tipo logístico, tipo salir corriendo porque alguno de mis hij@s, enfermo, se ha puesto peor y lo he tenido que llevar a urgencias, o porque, incluso, en la media hora que me dan para el café me da tiempo de recoger mi habitación o poner una lavadora, cosas que luego no puedo hacer por las tardes, muchas veces porque estoy súper ocupada con terapias, deberes, preparaciones de exámenes…

    Bueno, pues al grano, que me encanta irme por las ramas. Esta semana he descubierto que, gracias a la constancia estoy dejando atrás el haber trabajado toda mi vida laboral en algo que poco tiene que ver con mi labor actual. Tener que aprender y deconstruirme a estas alturas de mi vida lo consideraba un pico más alto que el Everest. Pero no. Ha llegado. Sigo metiendo la pata en algunas cosas, sobre todo en lo que se refiere a los juicios, pero bueno, también tiene que ver con que el juez quiere que uno esté en la sala como Campanilla, la de Peter Pan. haciéndolo todo grácilmente. Sin hacer ruido y de forma rápida. Y chico, qué quieres que te diga, no he sido así jamás en la vida. Ahora pretendo ascender para hacer algo a lo que tampoco estoy acostumbrada. Gestionar una mesa e ir empujando y sacando lo que, en verdad, es algo que afecta a la vida de una persona que espera que seas lo suficientemente eficaz para resolver su problema de manera rápida.

    También, por la constancia, hemos aprobado mi hijo y yo la segunda evaluación. Que me ha dejado derrotada a la enésima potencia, es cierto. Pero que nos hemos quitado de arriba una evaluación que es pesada, larga, tediosa, también. Hemos suspendido francés. Pero claro, teniendo en cuenta que su profesora ni siquiera daba la fecha de sus exámenes en la aplicación del cole, pues el resultado solo puede ser el que es. Suspenso.

    Otra cosa ha sido mi hija. Esta semana mi marido se ha ido de acampada con un compañero, y aquí nos quedamos ella y yo. Me dijo que si podía hacer unas lentejas para comer y le dije que si. Yo pensé, aunque estén duras como piedras voy a comerlas y a decirle que le han quedado superiores. Pero resulta que no ha hecho falta mentir. Estaban superiores de verdad!. Y mientras las paladeaba, pensaba en el principio del todo. El dolor que sentía cuando ella era pequeña porque notaba que sufría una barbaridad por no poder comunicarse con los demás. Sus terribles silencios, impuestos por su autismo, en los que yo salía corriendo por toda la casa intentando encontrarla, generalmente en alguna situación tremenda. Como cuando  me la encontré en el alféizar de la ventana. Con las piernas dando a la calle. Mirando los dos pisos de altura que la separaban del suelo. Mientras recordaba eso, recordaba también que, el haber llegado a las lentejas ha sido producto de mucho trabajo. De constancia. Sé que, a veces, es mucho más fácil decirlo que hacerlo, pero también es verdad que, sin ella, hoy día, mi hija no estaría cogiendo fuerza en sus alas para volar del nido en cualquier momento. Y por eso le agradezco. Por todo.

  • LA PROFE DE LENGUA

    ¿Qué docente te marcó más en la vida? ¿Por qué?

    Era una mujer con un look misterioso. Llevaba gafas de sol dentro del aula porque tenía un problema de fotofobia. Eran las gafas de sol más grandes y horrendas que he visto en mi vida, y con ellas tapaba casi todo su rostro. Luego, con su carácter, daba muy poco lugar a la confianza. Era ácida en sus comentarios. Llegué a ella en quinto curso y me pegué todo el año intentando estar a la altura de lo que ella esperaba, pero no había forma. Hasta que, al año siguiente, mi cabeza hizo click. Y entonces si que si. Me hizo enamorarme de los libros, de sus historias, de sus autores. Hacía los deberes aunque, a veces, fuera  la única que los llevara hechos. Pasara lo que pasara, yo quería destacar porque ella era una profesora buenísima y exigente. Y un día sucedió. Comenzó a preguntar por los deberes y, para su disgusto nadie los había hecho excepto yo. Nadie. Estuve cerca de la hora diciendo la lección  de pie y sin equivocarme y, cuando ya íbamos a terminar, cuando ya me dolían las piernas , comenzó a hablar. «¿Cuánto llevamos corrigiendo? ¿Una hora? Si se fijan, además de ser la única que ha traído los deberes, su compañera es la única que ha mejorado de una manera increíble del año pasado a este. Lo digo por si usted creía que yo no notaba las ganas que le está poniendo al curso». Y se quitó las gafas para lanzarme una sonrisa maravillosa. Luego me dijo: «Bravo Ana!!» Era la primera vez que una profesora (no tenía ningún profesor) me felicitaba y lo hacía delante de toda la clase. Para una niña a la que eso no le había pasado nunca era, casi casi, como ganar una lotería.  Y, a partir de ahí, lengua y literatura fueron por siempre mis asignaturas preferidas. Y por eso, seguramente, ame tanto escribir.

  • DÍA DEL PADRE

    Hola Miguel! Te escribo esta carta solo para darte las gracias. Gracias por haber escogido a mi madre como tu mujer. Elegiste muy bien a la madre de tus hijas. Ella ha dejado una impronta en nosotras que no necesita de ti para ser las mujeres que somos hoy día. Te informo, aunque creo que lo sabes, que tienes unos nietos maravillosos. Es cierto que para tí nunca serán lo suficientemente buenos. Tuviste siempre la costumbre de compararnos con toda la gente a la que querías más. A la que valorabas más.

    Hoy es el día del padre, y, después de ver cómo fuiste con nosotras, llegó el conocer a hombres que ejercían de padre con placer, con ganas, con desvelos…y sabes qué? No siento ninguna tristeza. Solo un profundo agradecimiento a que mis hijos hayan tenido mejor suerte que yo.

    Otra cosa. No debiste ir al velatorio de la abuela. Tú dijiste que se había muerto tu suegra, pero, una semana antes de su fallecimiento, hablando en lo que no sabía era una despedida, le expresé mi pesar por tu trato con mi hermana. Y ella me preguntó: «¿y contigo? ¿Qué le hiciste tú? Siempre has sido una buena persona y has sabido salir adelante a pesar de las dificultades. Yo estoy orgullosa de ti». Por eso sé que ella no te hubiera querido allí. No quería a nadie que no supiera amar en la misma proporción que ella. A todo o nada.

    Por último, quiero que sepas que te has perdido un amor inmenso, como el que no has recibido en tu vida. Y yo lo siento muchísimo. Pero sigo con mi vida.

  • MI VIAJE

    Estás a punto de emprender un viaje por todo el país. ¿Avión, tren, autobús, coche o bicicleta?

    Tengo claro que mi viaje sería en tren. Aquí donde yo vivo no existen, y, aunque me he subido a alguno ya, hasta ahora no he tenido malas experiencias. Un bus, o guagua como las llamamos aquí, me dan un poco de pereza. Deberían anunciarse diciendo: «¿quiere ir como una sardina en lata? ¿Quiere no poder ni estirar las piernas durante el viaje?» Algo así. Y si te toca el pasillo, apaga la luz y vámonos!. No puedes ni disfrutar del paisaje, o lo que es peor, te tienes que echar encima de tu acompañante para conseguir ver algo en condiciones. Descartado el bus.

    El coche me da miedo. Así, sin más. Como te equivoques en el camino te puedes encontrar en un embolado tremendo. Recuerdo en unas vacaciones a Fuerteventura, a un señor inglés que tenía su coche parado en el carril de la izquierda. Si el semáforo hubiera estado en verde para él, nos lo hubiéramos comido de frente.

    La bicicleta está bien para tramos cortos. No para recorrerse el país. Además, nunca he tenido una y no sé manejarlas. Si. Fui de la generación mis padres son pobres como ratas y no hay dinero para lujos.  Descartadas.

    El avión me gusta porque se llega rápido al destino, pero la sensación de vulnerabilidad mientras estás allá arriba, rompiendo con las leyes de la gravedad hacen que no pueda disfrutar del viaje. Me pego todo el tiempo leyendo, o haciendo que leo mientras comienzan las temidas turbulencias. Además, siendo madre de dos chicos autistas, las sensaciones que se respiran en un aeropuerto son de lo peor para ellos. El ruido, las prisas, los baños con esos secadores que se oyen en todo el recinto, las esperas…No. Descartados los aviones también.

    Me gusta la idea de viajar despacio, de disfrutar del camino, sola o con mi familia, jubilada o de vacaciones del trabajo…Mi madre hizo un viaje por el norte del país hace muchos años. El trascantábrico se llamaba o se llama. Le he perdido la pista. Pues ella disfrutó como si fuera una niña chica. Cierto es que el viaje no era para todos los bolsillos. Valía una pasta, pero oye, puestos a soñar, soñemos con todas las de la ley no?

  • Propósitos

    Hoy el peque me ha despertado tan temprano que se me han unido la noche y el amanecer de una manera bárbara. Me he levantado, recojo los cacharros, preparo el desayuno, y leo algunos blogs a los que estoy suscrita mientras tomo una taza gigante de café. Escucho que alguien se levanta. Mi marido. Le toca trabajar. Lo saludo. No me responde. Magnífico! Esto de vivir una soledad como la que vivo actualmente me lleva a reflexionar sobre lo que pretendo a corto plazo.  En lo que me queda por delante. Yo a mis años los divido como si fuera un curso escolar y ya en este me queda un trimestre.

    Pues bien, afronto este trimestre como un malabarista que tiene en el aire un montón de pelotas. Puede ocurrir que las vaya cogiendo con la habilidad que se requiere o puede que se caigan todas al suelo. La primera de todas, el curso de mi hijo. El último trimestre es el que nos dirá si el esfuerzo que estamos realizando dará sus frutos finalmente.

    La segunda, el máster que estoy realizando sobre autismo. Estoy encarando el trabajo final y no es lo mismo hablar de cómo realizaría la intervención en una persona autista con unas determinadas características que lanzarme a escribir en el blog. Lo primero lo veo muchísimo más difícil.

    La tercera tiene que ver con mi trabajo. Se han convocado exámenes para promocionar y quiero estar ahí. No solo estar. Quiero conseguirlo. Difícil pero no imposible. Eso sí, no quiero sacrificar el deporte que hago durante la semana y eso pone la cosa a un nivel de dificultad de salto carpado hacia atrás con doble pirueta. Si lo consigo he dicho que me compraré una corona o una diadema que ponga que «soyloputomás». Ese es más o menos el nivel de dificultad que tiene este propósito. Veremos!

    La siguiente tiene que ver con la parte afectiva. Al final de todo esto, y cuando ya no esté tan ocupada, reflexionaré si vale la pena seguir viviendo con alguien que no es capaz ni de darme los buenos días. También es cierto que tampoco le dio ni un beso al enano que estaba en el salón. Tal vez esté haciéndose viejo, como yo misma, solo que a él le ha dado por el modo gruñón. Ahora que lo pienso, yo, cuando llego de trabajar estoy igual de gruñona, aunque yo sí saludo a mis hijos. En fin, me espera un montón de trabajo duro que afronto con el entusiasmo de una niña chica. Espero no salir de ahí como si hubiera sobrevivido a un huracán!

    La foto que pongo debajo es la vista desde la que hago algunas de mis reflexiones, y estas igual que el mar, son cada día distintas e impredecibles!

  • A MI YO DE 100 AÑOS

    Escribe una carta a tu yo de 100 años.

    Querida yo: Te escribo esta carta para celebrar el que haya llegado al centenario. Viniendo de una generación de mujeres que no llegaron al alcanzar los 70 es todo un mérito. No solo los has alcanzado, has vivido treinta años más, maravillándote de cada vuelta al  sol que dabas. Han sido cien años maravillosos, aprovechados al máximo con la premisa de que el tiempo es oro y había que exprimir y disfrutar de todos los momentos. Los buenos,  los no tan buenos, y los horrorosos. Todos ellos han hecho de ti la mujer que eres en este momento.

    Mira hacia atrás un minuto.  Mira todo lo que te ha llevado hasta aquí. Da gracias a la vida por todo. Lo primero y principal, la felicidad de tus hijos, lo que en estos instantes en los que sabes que toca bajar el telón, dan al momento de la partida un tono de tranquilidad, de trabajo bien hecho, de irte plena de amor. Tu vida ha sido toda una aventura! Buen viaje!

  • LA MUJER EN EL AUTISMO

    Hoy, un día después del día internacional de la mujer, y habiendo dormido unas diez horas por obra y gracia de mi enano, lo cual no volverá a suceder hasta dentro de unos años, quiero hacer una reflexión sobre el papel que tiene la mujer en una discapacidad que, según algun@s de las personas que viven en el espectro autista, discapacidad no es, sino condición. Total, que en esos tiras y aflojas que ocurren con la definición o la identificación que se hace cada uno de sí mismo, y mientras seguimos discutiendo si es persona con autismo o autista, mientras mostramos al mundo las dificultades propias y ajenas y decimos que las mías son en definitiva peores que las de la persona que se sitúa frente a nosotr@s, o lo que es aún más sangrante, cuando todavía ponemos en duda el autismo de una persona que explica en redes cómo le afecta en su día a día, no ponemos el ojo en que, objetivamente hablando, se siguen diagnosticando a mujeres de forma tardía, a veces cuando ya se tiene un cuadro de ansiedad y de depresión terribles, porque seguimos diagnosticando con el sezgo de género. Es decir, se siguen diagnosticando niñas con los parámetros que se emplean en un chico. Y ahí está el origen de todo este embrollo.

    Que las chicas enmascaran mejor es un hecho que vivo en mi propia casa. Mi hija, según muchos profesores, era un tesorito. Tesorito que perdió esa categoría cuando fue al viaje de fin de curso, y, el pavo real que ella trataba de ocultar desplegó todas sus plumas. Entonces, uy qué mal, uy, vamos a llamar a su madre, uy, alguien sabe el número de teléfono de la señora? (menos mal que mi hija lo llevaba memorizado porque con 12 años aún no tenía móvil), uy a ver si nos va a fastidiar el viaje, uy…En fin, menos mal que soy una tía que, incluso a miles de kilómetros de distancia, soy capaz de relajarla, ponerle las cosas en perspectiva, aclararle algún entuerto que ella no es capaz de entender…Y así terminó su viaje. Ella llegó a casa, se acostó en la cama, y estuvo durmiendo  mil años hasta que le tocó la hora de volver al cole a seguir con su rutina. Porque sí, ahora el viaje de fin de curso no se hace a fin de curso, se hace en mayo, a finales de mayo, en medio de la vorágine de exámenes, controles, agotamiento de alumnos y profesores…en fín, un despropósito. Tanto es así, que me planteo no enviar a mi hijo al suyo. Pero bueno, hoy eso no toca.

    Lo que sí toca es hacer entender que, cuando un chico no se relaciona normalmente con sus iguales, el chico tiene un problema de comunicación y hay que mirarlo cuanto antes. Cuando una chica hace lo propio, se le mira como a una candorosa princesa que es todo amor y buen rollo. Se comporta como se supone debe comportarse una mujer. Y mira no.

    Es agotador tener que explicar que tiene las mismas dificultades que su hermano, a pesar de que es una persona bastante autónoma, cosa que siempre hemos fomentado su padre y yo, por esto de que no vamos a vivir eternamente. Ella no aletea las manos, no tiene esterotipias públicas, pero seguro que lo hace en privado por un sentido de vergüenza o de pudor o de no sé.

    Si ya hablamos de que es una persona con un cociente intelectual alto, entonces, apaga la luz y vámonos. Que es un genio me dicen. Ya ya. Un genio que es incapaz de saber por dónde le va a salir la persona que tiene enfrente. Que luego viene corriendo y me cuenta tal o cual situación vivida y de cómo se ha sentido y de lo poco que entiende al ser humano.

    Ayer, en una tontería de tráfico, mi marido le tocó la pita al que tenía delante que resultó ser un policía nacional. El tipo se baja de su coche privado, se pone el outfit de soy policía, y se dirige a mi marido diciendo que se identifique. Mi marido dice que, antes de ver su outfit pensó que se bajaba a pegarle, pero que cuando vió que era policía pensó que la cosa aún pintaba peor. Se identifica. El otro le dice que le ha faltado el respeto. Le tocó la pita. Solamente. Tengo a la niña de testigo. Mi hija que no entiende nada. Se pone nerviosa. Le pregunta al policía si debe identificarse ella también. Si le pide que haga la gallinita lo hará. Y yo me cojo un cabreo monumental ante el atropello. Menos mal que le dijo que no. Y menos mal que le dijo que no iba a denunciar a mi marido. Si no, no sé dónde hubiera acabado esta historia.

    Cuando me cuenta el comportamiento del agente me parece que roza el abuso de autoridad. Ella alucina. Yo más. Te han tocado la pita, pelifino! Deja el show business para quien sabe de él!. En fin. La tranquilizo y le pongo en perspectiva lo sucedido. Ya su padre le ha dicho que no puede denunciarlo, pero prefiere oir a alguien que no está en el espectro autista para  conseguir encajar que su padre  no miente ni está equivocado. No. Ella sabe que mi marido no le mentiría nunca. No es un buen marido pero sí un buen padre. Entonces respira aliviada. Hasta la próxima cosa desconcertante que le pase. En fin.

  • La autobiografía

    Si tuvieras que escribir tu autobiografía, ¿con qué frase empezarías?

    «La vida es un gran pastel, y hay que comerla a bocados» Me dijo mi madre antes de fallecer.

    Hace exactamente un año, empecé y terminé la entrada con esa frase. Yo creo que incluso la publiqué sin darme cuenta de que lo hacía. Hoy, al leer otras entradas, he descubierto que ya había hecho la mía. De una manera inconsciente, es cierto, pero ahí quedó.

    Tras esa entrada, escribí mi historia, la escribí en el ordenador, y, sin saber qué título ponerle, ahí quedó. Como el arpa de Becquer. Salvando las distancias claro! Solo la han leído dos personas, mi hermana y mi psicóloga. No tengo ninguna intención de publicarla, pero si de añadirle partes de mi vida que quedaron sin contar, y para eso, he decidido escribirlo todo de nuevo a mano. El ordenador no ordena en mí mis pensamientos. Con la escritura a mano si. Y, la verdad, tal vez hace un año hubiera utilizado la frase de mi madre, pero es que ella fue una disfrutona. Su canción preferida, la que quería que sonara durante su velatorio, era «My way» de Frank Sinatra, y la verdad, es  que la retrata perfectamente incluso en su final.

    Yo elegiría algo así como mi lucha para salir del pozo, la oscuridad infinita, la luz al final del túnel o algo parecido. Porque, mientras mi madre vivía su vida, aprovechando cada uno de sus minutos, yo trataba de sacar la cabeza de un pozo lleno de porquería, donde no quería ahogarme sin remedio. Mi lema siempre fue, «aguanta, porque ya verás que, un poco más adelante, verás un arcoiris, te subirás a él y desaparecerás entre unicornios y polvo de hadas. Un absurdo? Si. Pero me sentía como los judíos caminando en el desierto buscando la tierra prometida. Necesitaba el acicate de que la vida no era solo vivir una desgracia o una penuria detrás de la otra. Yo necesitaba creer en un Edén.

    Hace poco, hablando con un conocido, me dijo que la vida era como una noria, que, a ratos te pone arriba, y otras abajo. Lo miré un tanto perpleja y le solté que la mía había sido más como un péndulo. Yo nunca había estado en la cima. Nunca había tocado techo. Pero eso sí, viniendo de tan abajo, pudiendo haber acabado muy malamente, el haber salido de donde estaba me hace un poco pro.

    Quiero terminar mi historia, contarla como se debe, dejársela a mis hijos un poco para que entiendan de dónde vienen mis neuras. Nunca les he explicado nada. Tal vez por miedo a ser juzgada. No sé. O quizás, por miedo a que vean que no estoy hecha de un material fuerte.

    Una vez alguien me dijo que estaba hecha de acero inolvidable. Me gusta eso. Poner huella en la cabeza de alguien y permanecer allí durante toda su vida. Eso es bonito. Si. Lo mejor de la vida. Dejar huellas bonitas.

  • LA DISCRIMINACIÓN

    Después de los casi diecinueve años que llevo viajados en esto de vivir con personas con un mapa neuronal distinto del mío, he conseguido distinguir a una persona con prejuicios a una distancia bastante potente. Lo digo porque, esta semana, solo en esta semana, he tenido que arremangarme y escribir un correo electrónico explicando y reivindicando el lugar que le corresponde en el aula, esta vez a mi enano, aunque también las tuve en su momento con mi hija.

    El jueves veo un mensaje de su profesor en la aplicación del cole sobre un trabajo de francés del que yo no tenía ni idea. Último día de presentación, el viernes. Mi hijo llega medio desesperado a casa explicando que va a suspender la asignatura porque no le va a dar tiempo. Miro la aplicación del cole por si acaso me he saltado algún mensaje. Nada. De hecho, su profesora, que es la que tenía que haberlo avisado y puesto en la aplicación,  no pone nada en absoluto. No publica los controles, ni los exámenes, ni los trabajos…Ni se ha presentado. Cero. Entonces, como dije antes, me arremangué y le escribí un correo recordándole, por si se había olvidado, que ella, y yo, trabajamos con un niño autista con un fuerte tdah y con un mutismo selectivo también muy potente. Su respuesta fue una disculpa, con una justificación implícita, diciendo que ella recuerda a sus alumnos, TODOS LOS DÍAS, la tarea. Señora, le recuerdo que una persona con tdah es  capaz de olvidarse hasta de respirar si no fuera porque lo hace de manera inconsciente. Por qué se considera que tratar a mi hijo como un autista que es, es lo que discrimina? Por qué quieres ponerlo en un plano de absoluta igualdad con sus compañeros? Eso no es democrático, eso es una mierda y un capacitismo que tira de espaldas.

    Otra situación. Su profesor tiene previsto hacer una tarea el miércoles próximo que consiste en ir a un supermercado y hacer una compra con 10 euros. Es una actividad que ya hizo su hermana, porque le tocó el mismo profesor de tutor. El mismo. Qué mala suerte!. Pues bien, ya le ha dicho al niño que él no la va a hacer porque resulta que no sabe sumar con decimales. Hola? Hay alguien que sepa y que vaya por el supermercado con un papel y un lápiz calculando cuánto se va a gastar cuando eso lo puedes realizar con una calculadora? Se puede ser menos inclusivo? Encima le ha dicho que ayude a sus compañeros, no sé con qué, tal vez cargando con la compra como si fuera el criado de alguien. Total, que también le va a caer un correo, y también voy a recordarle el sin fin de marcas de calculadoras que existen con la que no necesitas sumar en papel (cosa que no hace absolutamente nadie) y que si ha de ayudar a alguien lo hará para sí mismo. Él debe caminar el doble para conseguir la mitad, y encima, le dices, que, como regalo de consolación le toca ayudar a alguien que no necesita de su ayuda.

    Todavía me quedan muchas cosas que pasar y muchas más que pelear. Mi hija siempre dice que soy una luchona. Comencé el mismo día en que le dije a una persona que mi hija era autista y vi, cómo, disimuladamente, separaba a su hijo de la niña no sea que se fuera a contagiar. Seguí así, el día que alguien me dijo, antes de que yo le preguntara, que ni se me ocurriera pedirle que se quedara unas horas con ella porque yo no tenía a NADIE EN ABSOLUTO quien la cuidara. Que ella no se encargaba de la rarita esa.

    Si algo he de agradecer a mi suegra, y a la familia de mi marido es que, han querido a mis hijos por lo que son. Daba igual sus excentricidades. Los han querido de la manera incondicional que han necesitado. Sin más. Ni siquiera preguntan por qué van a terapia. No les importa. Algunos no desean hablar del tema. Si. Hay quien no sabe afrontar ciertas realidades.  Algunos lo saben y les importa cero. Pero jamás les he visto tratar a mis hijos de una manera despectiva, ni queriendo que se comporten como el resto de los niños del planeta. No sé si esa ruta la abrió mi marido. Tal vez. Pero lo cierto y verdad es que esa debería ser siempre la forma de tratar a cualquiera que uno considere o mire diferente. Desde el amor. Desde el amor al ser humano.

    Conozco gente a la que la vida las ha vapuleado con una enfermedad, cosa que puede pasar a cualquiera, que no somos la última coca cola del desierto, y se han visto en la misma tesitura en la que nos vemos nosotros. Gente que, hasta ayer pareciera apreciarte, de repente, se gira y sigue su camino como si no te conociera. Que deja de llamarte. Que, encima, dice tomar esa actitud por lo que ellos consideran que es TU BIEN. Pues bien gente que piensa de esa manera. Que os den. A todos. Mucho!