• Vamos terminando

    Vuelvo a estar en la casa del sur. Esta vez la calima no hace acto de presencia, así que, me tiro en el sillón de mimbre a estirar el esqueleto y a escribir, mientras el frescor de la mañana me envuelve como una sábana fresca.

    Por el rabillo del ojo veo llegar todas las cosas que debo hacer este mes. Voy a vender, el año que viene, un apartamento que heredé de mi madre y que tengo en alquiler. Los primeros en optar a la compra, por supuesto, serán los inquilinos. Ellos aman el sitio donde viven aunque es pequeño como una uña. Y tienen un bebé! Pero yo qué sé! A lo mejor después de comprarlo lo revendan y saquen beneficio. Me es igual! Yo también sacaré unos pocos. Primero de todo, quitarme la responsabilidad de un alquiler que queda a casi una hora de mi casa y, segundo, el económico. De no pagar ni un euro por él, a recibir el importe de su valor catastral, no está mal.

    Debo igualmente pedir cita para el enano. Cita médica con su alergóloga. Cita con un pediatra, el que sea más próximo en el cuadro médico. Cita con su dentista, que este verano ha perdido un montón de piezas de leche, alguna que otra, con la definitiva asomando por la escuadra de su boca. El enano coñón, que diría mi madre, es una especie de jarrón Ming que necesita de un cuidado y tratamiento especiales.  Ayer, en la playa, me dijo que el día estaba perfecto para tirarse desde las escaleras. Cuando me dijo eso, dirigimos ambos nuestros cuerpos hacia ella, nadando calmadamente hasta tocar la pared de piedra. Al llegar, miramos los cangrejos en las rocas, y uno enorme en lo alto de una piedra, debajo del agua. Le expliqué cómo debía tirarse y él, que como digo es un coñón, se tiraba aleteando las manos y diciendo «vuela vuela pajarito!» Yo me escacharraba de la risa y volvíamos otra vez a la posición inicial. Entonces ocurrió algo curioso. Volví a tener 12 años. Me ví con mi melena mojada, riendo por nada, con aquél niño tan simpático que, a veces hacía como que, por tragar agua, se ahogaba miserablemente, poniendo sus ojos en blanco y moviendo la cabeza de forma cómica mientras se oían mis carcajadas en toda la playa.Me dijo que vio un pez del tamaño de una araña australiana y, por cómo ponía las manos, las arañas de ese continente deben tener el tamaño de un mamut. Estuvimos así un rato largo y, cosas de la vida, me dio frío. Le dije al niño que me iba para fuera y me dijo si lo iba a dejar allí, solo. Al ver su cara, pensé en la mía cuando mi madre me dijo que se iba a vivir a otro país para ni siquiera saber si nos volveríamos a ver. Entonces subí las escaleras, lo rodeé con mis brazos y le dije que podía tirarse dos millones de veces que yo seguiría estando en la orilla. No a su lado, pero presente. No le pareció el trato suficiente. Saltamos juntos al agua y llegamos a la orilla. Yo volví a ser su madre y él me miró sonriendo. Que salga del agua porque tengo frío no entra dentro de los parámetros del sufrimiento, así que me tendí en la toalla como una estrella de mar, boca arriba, como si no tuviera hijos a los que vigilar, y volví a tener 20 años. Pero por poco tiempo! No deseo que, al volver atrás pueda olvidarme de las personas que uno más quiere. Mis hijos.

  • La calima

    Me levanto súper temprano por obra y gracia del peque. Bueno! para ser honesta, de mi peque y de la menopausia. Cuando me preguntó si estaba despierta hacía un rato que si. Me asomo fuera y hay un manto de tierra cayendo. No doy crédito. Limpio y limpio y, cada vez, calima y más calima. La que era mi vecina, de nacionalidad alemana, siempre me decía que «paga qué limpias las tegazas si todo sucio enseguida». Hombre! si no limpias fuera, lo que ya está de tiempo atrás, llevarás la porquería dentro de la casa y la convertirás en un barrizal. Pero es difícil de explicar a una persona que, a pesar de vivir más de 30 años  aquí y con una pareja nacida en la isla, aún hace frases que no soy capaz de entender aún poniendo todo mi mindfudnes en ello. Hoy limpiaré la entrada porque, si sales a regar el jardín, queda luego unas huellas como de haber pisado charcos como hacía Pepa Pig. No sé porqué me viene ese dibujo a la cabeza. Mi hijo fue más de Bob Esponja, pero sí, solía ver a Pepa en compañía de su hermana. Claro que, mi cabeza, con la disociación que tiene de un pasado digamos difícil, es poco capaz de recordar nada. Ni siquiera a mi hija de pequeña. Es lo que tiene enterarte de que tu hija es autista y, hola! tu hijo también. Fue como un poco demasiado para mi.

    Hoy al levantarnos y bajar al salón, nos hemos encontrado a mi hija durmiendo en el sofá. Se va acercando el día del examen y comienza a desregularse y a dormir en sitios más incómodos que su cama. A su hermano no le ha hecho ninguna gracia. Él se sienta en ESE sofá, en un sitio que él considera suyo, como Sheldon Cooper, y que su hermana haya vulnerado SU sitio es algo como un crimen de lesa humanidad. Él hace otras cosas, como despertarse a las 3 de la mañana dejándome sin dormir, pero yo soy terrícola y su madre, dos cosas que me hacen candidata a aguantar el madrugón. Le he dado la opción de volver a la cama y ponerse allí con el móvil de la hermana y le ha parecido bien. Se sabe el pin y contraseña del móvil. Él y solo él. Los demás no estamos invitados a ese grado de intimidad.

    Después se ha despertado la princesa y ha salido a preguntarme qué comemos hoy. No puedo contestar que ni idea. No. Tú di lo que sea, pero el silencio no es una opción. Salvado ese escollo, hemos saltado a otra cosa y hemos empezado a reírnos. Ha salido su hermano corriendo. No quiere que las risas no sean compartidas. Se sienta. Le contamos. Nos reímos los tres y, entonces sí, aquí ha vuelto calma.

    Miro al exterior y veo el manto gris sobre los edificios. Pero ya no maldigo a la calima. Ya afronto el día como un montón de horas llenas de oportunidades. Me levanto. Al lío!!

  • Respirando

    He vuelto, cómo no! a la casa del sur. Lo he hecho para coger resuello ante lo que nos espera. A mí, el examen de las oposiciones, al que este año me acompaña mi hija, al enano, unas yincanas estupendas por esto de que no hay bus escolar. Por el medio, visitas médicas, un viaje a Córdoba para el mes que viene, y un intentar sobrevivir en este año mierdoso que va llegando a su fin. Aunque, pensándolo bien, deseé con muchas fuerzas que se terminara el 2020, y al año siguiente perdí a mi madre. Así que, vamos a tomarnos todo lo que sucede con tranquilidad, y eso lo consigo aquí, entre estas paredes, paredes que van, por algunas zonas, pidiendo un arreglo urgente.

    La casa ahora mismo está cubierta de una película de polvo marrón, consecuencia de la última calima que, además de larga fue copiosa. Así que toca arremangarse y limpiar porque esto todo es como estar en una foto en sepia. Y a mí no me gusta ese color. Ya tuve una vida así, sin luces y con muchas sombras. Ahora solo quiero luz. Dar luz a la vida de mis hijos. Que no recuerden el vivir junto a mi con dolor de estómago, sino con un puñado de grandes recuerdos felices.

    El canario ha subido a la copa del árbol que ya pasa con mucho el alto de la terraza, y me ha saludado piando mientras yo estiro mi esqueleto en los sillones de mimbre que me acogen cada mañana. Me levanto para verlo más de cerca y, al asomarme recuerdo a mi madre subiendo la cuesta que lleva a la casa. La vivienda está impregnada de su energía, de su perfume, de su risa.

    Hace un rato ha venido mi hijo y se ha recostado a mi lado. Nos hemos quedado abrazados, como un par de estatuas, sintiendo el calor del uno en el otro,  mientras he envidiado que él tenga la oportunidad de cobijarse en los brazos de alguien. Yo me consuelo con el mimbre y el calor de los cojines. A cada uno lo suyo. Dos vidas. Dos realidades. Dos deseos. Uno cumplido. El otro anhelado. Pero se aprende a vivir así. Y el resultado, la imagen que me devuelve el espejo cada mañana. El rostro de una superviviente que, ahora, lo único que desea, es disfrutar de momentos bonitos. Respiro profundo y me lleno de la paz que da esta casa. Me levanto a quitarme el pijama para coger una muda de ropa para la jornada maratoniana de limpieza de hoy. Dejo el blog para empezar a crear recuerdos bonitos. Buenos días!

  • Las pilas

    Hoy me he levantado con los rabotazos de una rinitis alérgica que comenzó ayer. Estoy bastante mejor pero no bien del todo. Debe ser algún cambio de tiempo porque mi nariz actúa como un barómetro natural que se activa cuando va a producirse uno. Ojalá fuera que va a llover!

    Luego, mientras preparaba mi desayuno ha venido el niño. El mando se ha quedado sin pilas. Lo miro y me devuelve la mirada como si, en vez de unas pilas, hubiera muerto su mascota. Bueno, pensándolo bien, la tele ES su mascota, y lo que ve en ella, el amor de su corta vida. Es su interés profundo.

    Busco entre las miles de cajas que mi marido tiene por ahí llenas de cacharros y me pongo a buscar las pilas. Encuentro de otros tamaños y no de ese, la alergia comienza a protestar por mirar trastos, y retrocedo. Luego va él, por si su madre, esa vieja, no ha visto las pilas por culpa de ser tan mayor. Le he repetido que no hay lo que está buscando y recula. Me mira triste. Más que antes.

    Me vuelve a repetir lo que ya sé. Él solo quiere que le diga qué solución le voy a dar al asunto y no una reiteración de una frase inútil y evidente. LAS PUTAS PILAS SE HAN ACABADO!!  Le digo que no he ni desayunado y que me deje en paz. Solo de pensar en salir a comprar cuando estoy enferma debería computar como un máster de pacienciología.

    Comienzo a desayunar y escucho a su hermana levantarse. Aparece en la cocina. Le doy los buenos días y me contesta un «pa quien los tenga». Antes de darle un mordisco a mi sándwich le digo que qué saludo más lleno de buen rollo. No me pilla el sarcasmo. Me pregunta, ella, que es a tope de Avatar, que porqué está el mando en la cocina. Le explico. Me mira y coge unas pilas más pequeñas y papel de aluminio. Le digo que si rompe el mando me da un parraque. Ella me contesta que no sea exagerada. Que su reloj, el de su habitación, funciona haciendo lo mismo. Se sienta en el salón y la observo peleando contra su psicomotricidad fina destartalada utilizando su arma secreta. EL FOCO. Nadie puede ganar a la concentración de una persona autista. Miran tan a tope lo que tienen entre manos que, si pasas disfrazada de la Gallina Caponata no se darán cuenta. Un poco de FOCO más. «Ya está!» Le dice al universo. Su hermano vuelve al salón dando brincos. El mando funciona con ese truco. El orden en Avatar se ha restituido. Me echo el último trozo de sándwich a la boca. Doy mi último trago de café. Los miro y pienso que qué pena no caerles en suerte una madre de su planeta. Yo sólo fui la receptora de dos crías de Avatar que debe aprender no sólo de maternidad, sino también de seres de ese planeta. Sus costumbres, su forma de ser, sus FOCOS…me arrastro hasta mi habitación por no estar a la altura de las circunstancias. Al cabo de un rato, vienen los dos a besarme. «No te flageles terrícola» parecen decirme. «Entendemos tu falta de paciencia por estar enferma. Ustedes humanos sois así. Unos flojos que, ante esa adversidad de mierda se ponen como monos furiosos. Nosotros ya sabemos de esas chorradas vuestras pero, a pesar de todo, eres una buena madre con la paciencia justa para no haber cogido la maleta y haberte ido, por ejemplo, a Tegucigalpa». Los miro salir de mi habitación y pienso que la vida no pudo ponerme delante a dos personas más maravillosas. Si volviera a repetirse la historia querría vivirla de la misma manera. Con ellos. En este rincón de Avatar.

  • Soltar para avanzar

    Esta semana que dejo atrás ha sido una montaña rusa, aunque creo que eso es muy propio de la vida misma. Hacerte subir, para luego bajar, a veces de un momento a otro. Que, a veces, consumimos un día pensando que mañana habrá otro más, y resulta que no. Que la vida te saca del juego, y ya no habrá otro momento, ni otro amanecer.

    He ido al gimnasio, cosa que me congratula porque, teniendo en cuenta que la menopausia entró en modo desagüe, es decir, giraba y me hundía al mismo tiempo, y, con el calor que hace fuera y dentro de mi cuerpo, ponerme las mallas y salir a la calle es de un mérito de esos de los de darme besitos. Paré en la farmacia a comprarme unas pastillas recomendadas por mi terapeuta que tienen como contraindicación la migraña, pero la chica de la farmacia me tranquilizó diciendo que muchos medicamentos ponen lo mismo y luego no ocurre. Le he dicho que si no funciona puedo volver y pedir que me pegue un tiro en el mostrador. Por rematar y dejar de sufrir. Me ha mirado raro. Creo que no le gusta mi humor. Lástima!

    En el trabajo he tenido un momento corre corre a raíz de un señor muy enfermo, con una enfermedad altamente contagiosa, que no quería permanecer en el hospital. La cuestión es que, con una edad avanzada, politoxicómano adeplús, se sentía lo suficientemente mal como para acudir a urgencias, que le diesen sustancias legales para aliviar el dolor, y luego ya si eso, me voy y ya regreso cuando sienta que me muero. Eso fue hasta que, por un problema grave de salud pública, le hemos  puesto unas medidas acordes al problema. Espero no volver a saber de él, y deseo que mejore. Pero este, con su actitud egoísta  va pidiendo que su vida sea corta por esto de que, si coge a alguien con las defensas tiernas, lo manda al otro barrio en un homicidio perfecto. Utilizando como arma su enfermedad. Sin contacto. Es tan contagioso lo que tiene que, hasta una hora y media después de estar en una habitación, sigue el virus con toda su intensidad entre las cuatro paredes. Y él se larga, coge el bus, se echa encima de la gente pidiendo dinero…Que tío más majo!

    También he ido a la piscina. A otra distinta de la que iba antes. Más grande. Más olímpica. Estuve cuarenta y cinco minutos dándolo  todo y, cuando iba a acabar, descubrí que, mientras nado, medito. No pienso en nada en absoluto, y me encantó esa sensación. Podía ver las gradas llenas de padres, hermanos…de los niños que estaban de cursillo, y aquí hago un inciso. Un minuto de silencio por esos monitores que soportan a algunos niños que hacen de Herodes un héroe. Al caer la tarde, entraron los últimos rayos de sol por los ventanales de la instalación y se proyectaron  en el fondo de la piscina, como una vidriera gótica pero hecha sin la intervención del hombre. Entonces entré en comunión con aquellos rayos, la gente, el agua, y dejé de escuchar incluso el murmullo de la actividad de la propia piscina. Y pensé que, ojalá estar allí para siempre. En esa tranquilidad.

    Mi terapeuta me ha dicho que, uno de los traumas que llevo colgado de mi cuello con una cadena, podría soltarse si escribo una carta a quien causó el trauma. No era obligatorio, pero ya la otra vez que me vio me preguntó si la había hecho. No vamos a leerla. Consiste solo en escribirla y destruirla. Y que el fuego, o la trituradora o lo que sea, hagan de catalizador para poner un broche final a algo que lleva mucho tiempo conmigo. Tengo varios de esos, la verdad, pero quizás este es el más grande y me apetece largarlo por ahí. Mi cerebro está tan disociado que no entiendo cómo soy capaz de acordarme siquiera de cómo me llamo.

    He decidido que, según vaya la tarde, tal vez hoy sea un buen día para hacer ese ejercicio. Tal vez escriba y, a lo mejor, con suerte, salga bien y me sienta más ligera al acabarla. Porque no quiero dar un minuto más de poder a lo sucedido hace tanto tiempo, porque quiero sentir la misma felicidad que sentí en la piscina. Porque merezco ser feliz y debo poner todo de mi parte para conseguirlo. Pero, sobre todo, porque quiero tomar decisiones que no van a gustar a muchos y debo hacerlo sin rencor. Para avanzar. Ligera. Como una pluma mecida por el viento. Como un rayo de sol reflejado en el agua de una piscina.

  • El sentir de los años

    Hoy me he levantado healthy que es algo que suelo hacer cuando mi aparato digestivo protesta. Pocas veces lo hace porque yo finto muy bien lo de cuidar lo que como pero con el calor, con la menopausia, los años mismos, hacen que la torre que tú creías firme se vaya yendo a tomar por el jander que diría Chiquito y ya los quiebros de cintura que hago para evitar problemas dejan de funcionar. Y, Houston, tenemos un problema! Antes, una resaca la solucionabas en un pis pas. Las agujetas de hacer deporte, esa cosa que practicaba solo en la clase de gimnasia allá por el pleistoceno, no me duraban un día entero. Ahora como algo un poco fuera de lo regular y mi aparato digestivo protesta de muy mala manera, tanto, que he comenzado el desayuno con fruta y acabaré el día con una ensalada, más fruta y agua. Que no se diga! Luego, si ya si eso palmo, seré un excelente abono para plantas.

    Por si fuera poco, anoche la menopausia decidió coger un pandero enorme y empezó a aporrearlo dentro de mi cabeza como los monos esos que tienen dos platillos. A esa velocidad. He tenido que oír todas las puñeteras veces que mi marido se ha levantado de la cama, que ayer salió y los excesos que llevaba en el cuerpo no le han dejado dormir. He pensado que él se lo merece pero que yo, que trabajo de lunes a viernes, me merezco dormir como un bebé, o en su defecto un sacerdote y que alguien acabe con mi vida de manera rápida e indolora. A la mierda las medias tintas!

    A lo del pandero y los paseos de mi marido, se ha unido el calor. Porque aquí, en Avatar, se piensa mucho en el cambio climático y no ponemos ni un ventilador porque su ruido molesta y no pueden dormir. Añadamos a eso que mi marido se sigue tapando con el plumón (un minuto de silencio por las fatigas que paso al verlo) y para qué queremos más. Que alguien me remate!

    Ahora, en un último acto masoquista, para terminar de hundir mi fin de semana y ponerle la guinda de «has sido un finde de mierda» voy a refrescar la casa, que consiste en fregar los pisos y limpiar los baños mientras chorreo sudor por cada poro de mi piel. Yo! Que no sudaba nunca! Que he sido un jarrón Ming de mantenerme imperturbable mientras todo se derrumbaba a mi alrededor, ahora sudo como una puerca y me enfado como una mona (otro minuto de silencio por esas dos comparaciones odiosas) mientras quito todo lo que mi marido ha puesto por el suelo y yo no he tirado aún a la basura. En fin! Si. Es cierto que mi hija tiene 20 años y me echa una manita, pero sin abusar que la chavala está opositando.

    En fin, voy a hacer la croqueta, a bajarme de mi cama donde escribo estas tontadas que dejo al mundo online, y a poner una lavadora. Así comienza mi calvario que terminará cuando pase la fregona por el salón. Y luego, ya si eso, puedo pedir que me den la puntilla en el rellano de la escalera. Al fresquito. Morir si, pero sin asarme. Sin ensañamiento.

  • Calentando motores

    He tenido una semana de esas que sientes ya a septiembre soplándote en la nuca. Ya se puso en contacto conmigo la terapeuta del niño para decirme que, desde el día 1 estaba dispuesta para empezar y que, por cierto, este año sube las tarifas de una manera asumible, la verdad, pero no a los que van con becas de NEAE. A ellos no, porque las becas suelen ser una inmundicia que te dan después de presentar veinte mil papeles, hacerlo online con certificado electrónico, abrirle una cuenta al crío previa tramitación del dni. Todo eso como digo, para luego que te den un dinero que, a lo mejor, cubre 3 meses de terapia. A mi me la deniegan siempre. La cosa es que me la han denegado incluso, cuando mi cuenta llegaba a quedar en números muy muy rojos. Pagaba hipoteca, coche, terapias, porque hasta este año iba mi hija también,  colegio, instituto privado (sí amigos! porque cuando tu hija tiene cuatro amigas y todas van al mismo sitio, tú vendes tus riñones para que ella pueda gozar de esa amistad) Con lo que yo abonaba, se iba todo mi sueldo. Cuando había un extra, ejemplo el seguro del coche, nos quedábamos como digo en números rojos. Así hasta la cancelación de la hipoteca. Dejé de pedirla hace mucho rato porque, según ellos ganábamos un montón y éramos ricos. Con dos hijos autistas con necesidades mil, pero ricos. Así que siempre venía denegada. La orientadora me llegó a decir que debía de haber algún dato mal en lo que presentaba. No. Lo único mal es que para darte cuatro chavos, debes rozar la indigencia. Es más, conozco a alguna que es madre soltera de cinco hijos incluido un bebé de meses. Madre soltera. El milagro de María y Jesús pero sin José. Cinco veces! Y claro! A ella sí. A topísimo la administración con su causa-milagro!

    Luego he estado en el curro corre que te pillo por esto de que me pusieron dos demandas urgentes y a la vez. Dos días seguidos. Que digo yo, letrados del mundo, que ustedes pidieron la  inhabilitación del mes de agosto para tener vacaciones, y como no les era suficiente,  lo mismo hicieron con el periodo navideño. Lo entiendo perfectamente. Son autónomos y eso ya me da muchas ganas de gestionar una adopción. Pero hombre! Plantas una demanda urgente y, cuando te llamo te has largado de vacaciones! Eso es tirar la piedra y esconder la mano! Que estuvimos a punto de hacer la reunión online nosotros en sala y la letrada  con gafas de buceo! En la península! De ahí la reunión online! Total, que ella es un amor de mujer y, tras disculparse y hacerme la pelota la mar de bien, cuando acabamos la reunión le lancé un beso con la mano. Soy una rebajona! Pero me puede la buena gente!

    También salí a dar una vuelta con mi marido con menos éxito que la primera. Nos fuimos a la casa del sur, con mil grados de calor, porque tenía que llevar ropa limpia, arreglar una cámara de seguridad, regar el jardín, que ya no lo hacen las vecinas…nos fuimos luego a un local lleno de ingleses todos tan jóvenes y guapos. Y con dinero. Porque el local era un atraco. Top. Pero atraco. Total que, por la calima, me dio la alergia y nuestra comida iba de comentar platos a mi congestión. Salimos del local y echo de menos a mi móvil. Le digo que espere. Vuelvo al local. Se me había caído en el suelo. Me dice que cómo me pueden pasar estas cosas. Lo miro y le recuerdo que él ha dejado el coche en marcha y ha subido a casa. Para encontrarlo a la mañana siguiente casi sin gasolina. Por ejemplo. No le gusta lo que le digo y ya no vuelve a hablarme. Le pregunto que si está enfadado y no me contesta. Me río. No debe hacerle mucha gracia. Su drama se convierte en opereta por obra y gracia de su mujer que, está enferma, si, pero a la que le sigue llegando el aire al cerebro, y piensa que hace dramas de auténticas chorradas. Dejo de hablarle yo también. Lo mio no es por enfado. Es por placer. No le doy a tontos la oportunidad de hundirme en la miseria, porque como dice Ana Ribera en su blog, yo desde tan abajo, no explico. Pues eso!

  • Las maternidades

    Ayer, perdiendo el tiempo en Instagram, me encontré a alguien a quien sigo explicando que, cuando eres madre y no sigues a ese tipo de mujeres que dan de mamar, portean, colechan etc también eres una buena madre y también lo haces bien. Nombró una bañera, con forma de maceta y que salían una pasta y a mi se me desbloqueó un recuerdo. Yo compré esa gilipollez. Me gasté un dineral porque, por aquél entonces, mi hija lloraba muchísimo. Claro, al llorar tanto, tragaba aire y le daban gases y yo, por primeriza, pensaba que era eso por lo que lloraba. No era así. Ella lloraba porque, al abrir los ojos vio que no estaba en Avatar. Que había nacido en un planeta que no conocía con una tontorrona que compraba macetas para que ella estuviera mejor. Según instrucciones del propio producto, el bebé se sentía como en el vientre materno y se quedaba en la posición que tenía dentro del útero. Eso, cuando no eres de otro planeta o cuando te da porque esa bañera te parece una chorrada muy propia de un adulto disfuncional. Fue poner a mi bebé en la bañera y ella empezar a moverse nerviosa yo creo que pensando un: «que me matas idiota!» Tragó agua, lloró, como no! y se acabó la bañera con forma de maceta.

    Porqué cuento esto? Pues porque, si hoy al universo le da por poner esto que escribo en manos de una madre primeriza, quiero recordarle que, hagas lo que hagas, lo estás haciendo muy bien. Incluso si no te apetece amamartarlo, o dormir con el bebé, o lo que sea, esas son cosas que te conciernen solo a ti. Son tus decisiones. Es tu cuerpo, tu energía, las energías de tu cría, y solo tú sabes y a ti solo deben importarle. A nadie más.

    Me tiré 7 años de mi vida pensando que era una madre horrible hasta que llegó el diagnóstico. Diagnóstico por el que estuve peleando porque el que le habían dado no tocaba ni la superficie de lo que ocurría en realidad. 7 años en los que tuve que oír que, lo que le pasaba a mi hija, que todo lo que tenía se lo provocaba yo porque, o bien la malcriaba, o bien no la llevaba suficiente a los parques a jugar con otros niños, o como se me llegó a decir alguna vez, «si no te gustan los niños cómo te dio por meterte en ese jardín?» Yo pensaba que hay gente que maltrata a sus hijos, que los mata incluso y luego, cuando entrevistan a los vecinos, les dicen a los periodistas que eran unos padres de diez. Yo sólo deseaba que mi hija fuera feliz y, si para eso debía arder con un bidón de gasolina, lo hubiera hecho. No tienen que gustarte todos los niños, ni ser niñera. Sólo deben caerte bien los tuyos.

    Más tarde hubo quien, tras el diagnóstico, me quiso explicar que, seguramente, por yo no ser una madre afectuosa, mi hija, emocionalmente desconectó de mi. Pero yo ya no escuché ni una sola opinión más. Yo andaba muy lejos, como una cometa a la que zarandea el viento. Y así estuve un tiempo corto. Vacía. Triste.

    Como ya estaba harta de las opiniones ajenas, comencé a estudiar y a informarme. Con información avalada por gente que sabía porque, en tierra de expertos, también hay cantamañanas, así que, poco a poco separé la paja del grano. 

    Han pasado 20 años desde aquella maceta-bañera que acabé, primero, llenando de trastos, y después llevé alegremente a la basura. 20 años de los que he disfrutado estos últimos. El resto ha sido una lucha continua por explicarle a mi hija que, el mundo que creamos a su alrededor, Avatar, solo está entre las cuatro paredes de nuestra casa. Lo demás es otro planeta llamado Tierra y que no, nunca volverá a su planeta de origen. Nosotros hicimos una maqueta que ha quedado bien chula pero al pasar el umbral de la casa, está la realidad. Aunque eso ella ya lo sabe. Ayer, en la playa me explicaba con mucha madurez porqué no tiene amigas. Creo que a su padre y a mi se nos fue un poco de las manos la maqueta. Ahora ella es absolutamente feliz. Y eso es algo que conseguimos a pesar de tanto «sabio» consejo.

    Por eso termino diciendo que eres una madre o un padre estupendo. Da igual cuando leas esto!

  • Un día marrón

    He vuelto a la casa del sur. La última vez me despedí de ella de muy malas maneras, haciendo maletas deprisa, gritando órdenes a mis hijos, pidiéndole a mi cuñado que me llevara a Avatar…porque había muerto una prima de mi marido y eso cambiaba todos los planes.

    Cuando entré ayer, la entrada estaba cubierta de huellas de barro, humanas, que me dejaban claro que la vecina alemana que vivía en la casa de enfrente, había regado el jardín. Me lo había dicho en un audio de WhatsApp y me había dejado caer que, si el jardín se descuida se secarán las plantas. Vaya por Dios! Otra responsabilidad más! Como si no me faltara ninguna. Como si yo no trabajase, tuviera familia, estudiase, llevara cuando toca al niño a terapia, tuviese un apartamento en alquiler, vamos, como si no tuviera otra cosa que hacer que viajar una hora ida y otra de vuelta para regar el jardín.

    Hoy por la mañana me he asomado para ver si había habido alguna muerte plantil en estos días y me he encontrado con la mirada entre socarrona y despectiva del gato negro que duerme en mi terraza. «Hola humana estúpida que no sabe cuidar de ningún animal a pesar de que me comí una de las tórtolas que se cagan en tus barandas. Te dejé su cadáver en la terraza la última vez, como forma de regalo, pero no agradeces nada» me dijo antes de marcharse porque sabe que no puedo adoptarlo. Ya le he contado que soy alérgica, que mis hijos lo temen como a un nublado, que con mi marido él sería un no firme, que no soportaría vivir en un piso enano siendo libre ahora de andar por donde quiera, pero no. Estuvo a punto de ser adoptado por una alemana pero se acordó de que volvía a su país y el pobre gato moriría de pena y achantó.

    Otros que siempre están son los canarios que viven en el árbol. Empiezan a cantar a las ocho de la mañana, como si vivieran en una comunidad de vecinos y supieran cuándo se puede hablar alto y cuando no.

    Cojo la manguera y comienzo a regar. Hay calima y el día está marrón, en consonancia con mis sentimientos ahora mismo. Como dice la canción de Luz Casal: «voy a tener un día marrón, día de bruma en mi corazón…» siempre que vengo a esta casa me inunda un pozo de tristeza y por eso no puedo amarla como hizo mi madre.

    Levanto la cabeza y veo a dos tórtolas picoteando las semillas del árbol. Luego, las voces que en otros tiempos me llegaban desde el salón vuelven a mis oídos, a mis recuerdos. Esta casa se lleva un jirón de mi cada vez que vengo! Yo he venido a limpiarla y la calima me lo impide. No importa! Ya llegará. Comienzo a recoger en la entrada. Oigo al marido de mi madre llamarla y ella contestarle desde la ventana de la cocina. Entro a casa. Le sujeto la puerta pero él ya no me ve. Solo ve su casa. Y a ella.

  • Mi sobrina

    Hoy es el cumpleaños de mi sobrina,  que cumple 12 años que se igualan a los de mi enano y que me deja patente que es en lo único en lo que son iguales. Solo se llevan tres meses pero ella ya es mujer, adolescente, y él aún está en una infancia impuesta por su lóbulo prefrontal que hace que su madurez aún esté buscando cobijo en alguna parte de su ser. Sin embargo, y a pesar de sus diferencias, ella  y él han compartido mil y un juegos, toneladas de carcajadas, kilómetros de carreras y, por increíble que pueda parecer, eso la convirtió en el único ser humano que entiende y ama a Avatar, porque entre estas tierras se siente a mi sobri como a una Eowin cualquiera, salida de entre las líneas de Tolkin, con su pelo azabache, con su piel nívea, sus ojos igual de azules que el mar que toca sus pies desde siempre. Ese mar que es el nexo que une a nuestra alma de su espíritu, y que hace que, tres horas de viaje se vean como un suspiro y no parezca que hace unos 300 días que no nos vemos.

    He de confesar que hecho de menos verla bajar las escaleras y esperarla para darle los buenos días acompañados de un beso, pero es lo que tienen las distancias, que debes besar, abrazar, demostrar tu cariño…por si las cosas un día vienen mal dadas y ya no la ves más. Y ella no te ve más a ti. Así que procuras dejar una huella aunque sea pequeña en su corazón con el ánimo de que te recuerde. Que no seas un pariente de los que debes hacer esfuerzo para recordar su cara, su nombre.

    Además, para hacerlo todo aún mejor, es una enamorada de los niños, y, sintiendo como siente, la adultez pisando fuerte y entrando en su vida como el humo que se cuela por las rendijas,  le encanta compartir ratos con mis hijos, que, como digo, tienen sus más y sus menos  con la madurez. En sus últimas vacaciones, para aprender una nueva lección de Avatar, le preguntó a su primo que porqué se olía las manos. En realidad, no huele nada, se pone la mano un poco más alta que su cara, la acerca y cierra un ojo mientras mira levemente por el otro. El le dijo que era un tic, yo prefiero pensar que, a veces, los humanos, con nuestras voces, nuestros perfumes, nuestras conversaciones, hacen que él necesite tomar un pequeño respiro. Para poder seguir viviendo en un mundo que lo aparta de su lado. Menos ella. Ella no. A mi sobrina se la veía sonriente, con los auriculares puestos, como sus primos, jugando en red, comentando entre risas las jugadas. Y por eso le deseo una vida llena de aventuras bonitas, de viajes a Avatar, de comidas ricas y que, como una heroína de cuento de final feliz, la sonrisa no se separe nunca de su rostro. Porque se lo merece. Porque sí. Por buena gente.

    Felicidades mi niña linda! Vuelve a Avatar cuando quieras!